Si te sacas la tarjeta consigues dos cosas: ir al cine barato y ayudar a una sala mitiquísima.
Siempre que cierra un cine lo hace dejando tras de sí un halo de tristeza, de nostalgia, de ilusión. Lo dejó el Cine Aribau Club tras 82 años abierto y se teme que lo pueda dejar los Cines Malda.
La penitencia soportada por esta sala -sí, en singular- es casi grotesca. Al drama generalizado que supone la netflixización de los productos audiovisuales, al Malda se le suma una obra en su bloque. Una obra de 5 meses, un andamio y la obligación de cerrar en momentos puntuales.
¿Las consecuencias? Casi trágicas: la taquilla se ha reducido en un 60% con respecto al año pasado. (Un detalle: los responsables de la obra no se hacen responsables de los costes indirectos que su construcción ha causado en el Malda).
Malda es una sala -quien ha estado lo sabe- que reúne todo lo que pide un cinéfilo. Las butacas son cómodas, el sonido es limpio (además no molestan las salas contiguas porque no las hay), la proyección es buena y la cartelera no reúne los títulos más mainstreams, pero sí que tiene películas de estreno.
Presentado el cine y presentado el problema, presentamos la solución: tarifa plana para todos por 100€ al año. Una cifra que dividida causa taquicardias hasta al menos cinéfilo del lugar. 8,3€ al mes. 1,9€ a la semana.
¿Y ya? No, lo mejor es que no. En Malda quieren premiar la afiliación con distintas ventajas. A saber, 2€ de descuento para los acompañantes, 2 pósters de regalo, 2 acompañantes gratis el día de tu cumple. Y acceso ilimitado, claro. (Por cierto, más info en el link). La idea, entonces, es: 40 céntimos más que Netflix y puedes ver películas en el cine y estás ayudando al cine de pantalla única más antiguo de Barcelona.
Hay veces (siempre) en las que el cliché es el mejor corolario posible; la mejor explicación de las circunstancias. En este caso, no iba a ser menos. Y es que la única alternativa a morir es renovarse.