
Titanic: The Official Exhibition, que puede visitarse en Espacio Inmersa, ofrece un completo recorrido a la historia del RMS Titanic, desde su creación hasta su triste hundimiento y las consecuencias que provocó. A pesar del dramatismo de sus hechos, resulta una experiencia muy adecuada para cualquier edad, ya que en ella nos entretendremos y aprenderemos a partes iguales.
Aunque la historia del Titanic es de sobra conocida, tanto en la famosa película como en documentales se han obviado datos o se han ficcionado algunos hechos. Titanic: The Official Exhibition va un poco más allá, exhibiendo objetos reales y ofreciendo información y testimonios de lo más detallados. Estas son (solo) algunas de las curiosidades que hemos aprendido tras nuestra visita.
La construcción del RMS Titanic en números
El RMS Titanic partió del puerto de Southampton (Inglaterra) el 10 de abril 1912, pero su historia empieza en 1907. Este año unieron sus fuerzas los jefes de la naviera White Star Line y de la empresa de construcción naval Harland & Wolff para construir diferentes barcos con los que dominar los pasajes por el Atlántico Norte. Así nacerían el Olympic, el Britannic y el Titanic.
Más de 10.000 hombres trabajaron casi tres años en la construcción del casco y la estructura interna del barco. El trabajo continuó durante 10 meses más en los que 3.000 profesionales de todos los ámbitos (carpinteros, ingenieros, pintores, diseñadores, artesanos…) dieron forma al interior del barco y todas sus instalaciones. Y fue por temas estéticos que se decidió incluir menos botes salvavidas de los que tocaría por pasaje.
Paul-Henri Nargeolet, el gran «rescatista» del Titanic
Uno de los grandes atractivos de Titanic: The Official Exhibition es la gran colección de objetos recuperados del naufragio que se exponen. Podemos verlos gracias a las expediciones que muchos apasionados de la historia y el mar han hecho, como las de Paul Henri-Nargeolet (1946-2023).
Tras retirarse de la armada en 1986, este ciudadano galo se unió al Instituto Francés para la Investigación y Explotación del Mar, liderando la primera expedición de recuperación al Titanic en 1987 así como otras seis expediciones más, incluida la de 1998, que levantó el artefacto más grande jamás recuperado, una pieza de 17 toneladas del casco del barco.
En total, Nargeolet hizo 37 inmersiones en sumergibles al lugar del naufragio del RMS Titanic, lo que le permitió recuperar cientos y cientos de objetos que son pura historia de una época fascinante. El final de su vida, junto a otros cuatro compañeros, lo vivió precisamente en la que iba a ser su 38º expedición.
Cuestión de clase
El RMS Titanic era un reflejo de la sociedad de inicios del siglo XX: contaba con billetes de tres clases, con precios y condiciones muy diferentes. En el top, primera clase, con camarotes de lujo con todas las comodidades y baño propio. El precio de estos billetes podía llegar hasta los 2.500 dólares (unos 57.200 actuales) para los camarotes normales y 4.500 dólares (unos 103.000 dólares al cambio) para las suites. Estar en primera clase significaba poder acceder a todas las instalaciones del barco, como cafés, salas de lectura, salón de fumadores y mucho más.
Estar en segunda clase en el Titanic también era todo un lujo para los estándares de 1912, ya que los camarotes y los servicios ofrecidos equivalían a los de primera clase de muchos barcos de la época. De hecho en el primer almuerzo muchos pasajeros de segunda creyeron equivocarse de comedor, debido a la elegancia del lugar. Los precios de billetes de segunda clase más básicos rondaban los 60 dólares (unos 1300 dólares a día de hoy).
Muy diferente era la vida para los pasajeros de tercera clase del Titanic, en su mayoría inmigrantes europeos en búsqueda de una vida mejor en América y que pagaban unos 40 dólares (900 dólares actuales) por pasajero. Con esta tarifa se debía compartir camarote con otros tres desconocidos y soportar los ruidos y vibración de los motores del barco.
A pesar de eso, el servicio de tercera clase era significativamente mejor que el de los transatlánticos de la competencia: los colchones eran de verdad (no de paja, algo habitual en la época), había unas 700 bañeras para asearse y en el comedor se ofrecían tres comidas al día, a diferencia de otros barcos donde los pasajeros de tercera debían ocuparse de sus provisiones.
Baños turcos, gimnasio y otras instalaciones de ocio
Cuando pensamos en el Titanic y en los pasajeros de primera siempre nos vienen a la mente las fastuosas fiestas de gala o los paseos por cubierta. Pero el ocio en la embarcación era mucho más que eso. Como a nosotros, a los viajeros de antaño también les gustaba relajarse o hacer deporte, por eso la embarcación contaba con servicios dedicados a estas actividades y que se pagaban a parte.
Los baños turcos incluían salas de vapor y habitaciones de agua caliente, templada y fría, además de una sala de champú, todo ello decorado con un suntuosa estética orientalista. ¡Nada que envidiar a nuestros spas actuales!
Respecto al gimnasio, contaba con máquinas de remo, bicicleta, equitación y rotación de torso, así como otras que proporcionaban masajes y hasta una pista de squash y una piscina. Hombres, mujeres y niños de primera clase podían disfrutar de estas instalaciones.
Y esto es solo el principio
En este repaso nos hemos querido centrar en la parte positiva del único viaje del RMS Titanic y no en sus últimas horas y su tragedia. Si bien el capítulo sobre su trágico hundimiento ocupa una parte importante (no te pierdas su película inmersiva), Titanic: The Official Exhibition también es una celebración de la vida y del progreso, un homenaje a los cientos de trabajadores y pasajeros que formaron parte de su historia.
Si quieres conocer todos los detalles sobre la embarcación, descubrir la vida de decenas de sus ocupantes, sorprenderte por el buen estado de conservación de sus objetos o hasta pasear por sus estancias míticas te invitamos a que visites Titanic: The Official Exhibition, una exposición adecuada tanto para adultos como para niños, que quedarán fascinados con esta historia real.