
Está en Passeig Sant Joan, 26 y llevá más de cien años abierta.
“Cuanta más ilustración tiene un pueblo, más lejos está del absolutismo”, esta frase que, valga la ironía, puede ser considerada como una verdad absoluta, no salió de los dedos de Diderot. Tampoco de los de d’Alembert. Es la frase que resume la esencia e identifica a la Biblioteca Arús.
Es una frase que, además, debería servir como palanca para liberar de estigmas preexistentes. Para airear todo el oscurantismo o el secretismo con el que se ha revestido a la masonería en España desde tiempos dictatoriales. Porque si algo -alguien- ha hecho daño a los masones en España, ese ha sido Franco.
La masonería -sirva la introducción para arrojar un poco de luz sobre esta institución- es una sociedad de carácter filantrópico. Y la pertenencia a ella está bien considerada en según qué países (en Bélgica o en Estados Unidos, por ejemplo, la gente que la integra y ocupa puestos de honor, lo señala en su CV).
Bien, comentado esto y añadido que el autor de las líneas es un profano sin más aspiraciones que las de acabar este artículo, pasemos a hablar del tema. Pasemos a hablar de la Biblioteca Arús.
Rossend Arús -el tipo del que toma el nombre la biblioteca- es una de esas personas con más atributos en su descripción que títulos nobiliarios en el haber de la Duquesa de Alba. A saber, Arús fue demócrata, republicano federal, catalanista, librepensador, filántropo, progresista, periodista, dramaturgo y, por supuesto, masón. De hecho, fue fundador de la Logia Avant en Barcelona y Gran Maestro de la Masonería Catalana.
Dado el caso, sin embargo, sólo nos interesaría su faceta filantrópica y la masona. Juntas dieron pie a lo que hoy conocemos como Biblioteca Arús.
Arús murió en 1891 y Calentí Almirall y a Antoni Farnes legaron su voluntad: construir una biblioteca con su material bibliográfico. 4.000 libros.
Almirall y Farnes cumplieron con las intenciones de Arús y empezaron a construir la biblioteca en el 26 de Passeig Sant Joan. Terminaron de construirla en 1895 y añadieron a sus estanterías cerca de 20.000 volúmenes. La biblioteca, por cierto, al poco de ser inaugurada fue considerada como biblioteca pública. Siendo así la primera biblioteca pública de Barcelona.
Más tarde estalló la Guerra Civil y el bando sublevado llegó a Barcelona y la dirección de la biblioteca, sabedora del marcado carácter antifrancmasónico del Caudillo, decidió cerrar las puertas. Cerrarlas con la vista puesta en “tiempos mejores”.
¿Cuándo fueron tiempos mejores? Cuando el aperturismo. 1967 es la fecha que destapa el eufemismo de tiempos mejores. La otra fecha que hay que comentar es 1974. En las postrimerías del franquismo, la Biblioteca Arús fue reformada. La Biblioteca Arús sufrió -disfrutó- de una reestructuración a fondo. La ampliación vino acompañada de la adquisición de 58 mil volúmenes. Lo que sumado a los 24.000 anteriores, dan un total de 80.000. Una cifra cercana a la actual.
Se podría decir que su historia acaba aquí y que desde la reforma todo ha ido muy bien. Y si fuera una película, aparecería gente brindando -cava, por supuesto- y alguna historia de amor felizmente resuelta.
Pero como de ficción esto tiene poco, mejor cerramos el artículo ensalzando el plano anecdótico -lo verdaderamente importante-. En otro artículo ya lo dijimos: aquí está una de las tres réplicas de la Estatua de la Libertad (las otras dos están en París y, lógicamente, en Nueva York). El mítico y eterno alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, legó todos los libros de sus estanterías a la Biblioteca Arús.
Por cierto, la biblioteca es pública y está considerada uno de los mejores centros de investigación en las siguientes materias: movimientos sociales contemporáneos, masonería y producción bibliográfica del siglo XIX e inicios del XX.
Por cerrar diremos que en el texto fundacional aparece la siguiente norma: “La Biblioteca será siempre libre, no pudiendo excluir sistemáticamente ningún género de libros por motivos sociales, políticos ni religiosos, pudiendo sólo cerrarse las puertas a las publicaciones criminosas o pornográficas clandestinas… La Biblioteca no podrá tener en la presidencia ni en ningún otro sitio de sus salones retratos ni símbolos políticos, sociales o religiosos de actualidad”.
¿Amén?