
Este fin de semana será el último de Circo Mágico, la obra que encandila a todo el que la ve.
En el remoto caso de que alguien haya alcanzado la conclusión de que el circo y la magia son indisolubles, ese alguien se equivoca. Y para demostrar la equivocación está el Circo Mágico, que lógicamente se define por su nombre. Se define y al mismo tiempo pone las expectativas altísimas.
En el Circo Mágico, un árbol (mágico, como no podía ser de otra forma) cuenta cómo el primer gran Mago llegó desde las estrellas hasta nuestro mundo. ¿El Principito? Podría ser, pero no. Poco tiene que ver con El Principito. A pesar de lo atrevido que pueda parecer, el Circo Mágico es una historia más completa y compleja que la que cuenta Antoine de Saint-Exupéry.
Volviendo a la trama: el primer gran mago creó un mundo poblado por criaturas mágicas. Unas criaturas mágicas que se mezclan con criaturas circenses. El resultado es que acróbatas y hadas; bufones y trapecistas; faunos y contorsionistas pululen por el escenario. Y lo mejor es que puedes verlo al mejor precio haciendo click en este link.
Otro punto que comentar es precisamente el escenario. O, más bien, la escenografía. Aquí la puesta en escena no son fuegos de artificio. No. El Circo Mágico puede presumir, de hecho, de tener un imaginario propio. ¿Harry Potter, Lewis Carroll? Uno siempre tiene referentes, pero lo que caracteriza al Circo Mágico es la exclusividad e identidad de su obra. Prueba de ello es el árbol hiperrealista, interactivo y de más de 5 metros.
El espectáculo en sí (circo y magia, narrativa y teatro) ha arrasado en Madrid. Más de 150 mil personas son firmes testigos de la genialidad que se desarrolla en el proscenio del Teatro Apolo. ¿Lo malo? Que la obra estará hasta el 18 de noviembre. Que o la ves ahora, o (salvo giro inesperado)te arrepientes para siempre.