
Ha bastado una película para devolver a donde merecía la historia de Manolo Vital y el secuestro de su autobús en Torre Baró, el barrio más olvidado de Barcelona. Pero ni la película más premiada de los Goya ha servido para revelar que antes de Manuel Vital fue una mujer la que hizo ese mismo gesto en Barcelona, secuestrando un autobús para conseguir que el transporte público llegara a casa de los menos favorecidos.
Es Maruja Ruiz Martos, una activista vecinal del barrio de la Prosperitat, que en 1976, dos años antes que Vital, organizó el secuestro de un autobús como medida de protesta para exigir transporte público para su vecindario. Sin embargo, su historia ha quedado prácticamente olvidada, y por eso te la contamos.
Nou Barris, los barrios olvidados
Durante los años 50, 60 y 70, buena parte de los barrios del distrito de Nou Barris crecieron de forma descontrolada con la llegada masiva de migrantes de toda España. Muchos de estos barrios, como el de Roquetas, Vallbona o Torre Baró, lo hicieron mediante la autoconstrucción. Otros, como la Prospe, vivieron una combinaciónd e este fenómeno junto al del barraquismo y el de la construcción de grandes bloques de viviendas de la era Porcioles.
Este crecimiento repentino y la falta de voluntad del gobierno por atenderlo provocó que muchos de estos barrios vivieran sin derechos básicos como el del transporte o servicios básicos como el de la salud o el acceso al agua corriente (como Roquetas, donde los vecinos se construyeron sus propias cañerías).
Maruja Ruiz, la activista de La Prospe
Fue en este contexto donde vecinos activistas como Manolo Vital en Torre o, dos años antes, Maruja Ruiz, se manifestaron constantemente para conseguir el acceso a esos derechos. En el caso de la Prosperitat la lucha se centró en el 12, el bus que no llegaba al barrio con la excusa de que no podía subir sus cuestas.
Tras dos asambleas Maruja Ruiz convenció a una cincuentena de vecinos para secuestrar el autobús y subirlo sin problema al barrio, demostrando que el problema no era físico, sino político. A partir de aquí, las líneas de bus empezaron a transportar a la gente de la Prosperitat.
Más tarde, esta lucha se repetiría con el secuestro del autobús 11, esta vez con el objetivo de exigir viviendas para los habitantes de las barracas que había en el barrio. Los mayores de la zona aún recuerda, de hecho, las infraviviendas que ocupaban lo que ahora es la plaza Ángel Pestaña, núcleo de la zona. El autobús 11 llegaría hasta el Ayuntamiento para manifestarse, y sus manifestantes, Maruja Ruiz incluida, acabaron en la comisaría de Via Laietana. Eso sí, los barraquistas acabarían teniendo sus viviendas.
No fue su única lucha. Maruja, «una comunista de toda la vida», como se define, participó también en otras luchas sociales como la oposición a una planta asfáltica tóxica o el encierro en Motor Ibérica por los derechos laborales. A día de hoy, sigue activa en la Asociación de Vecinos de Prosperitat y en la Asociación de Gent Gran del barrio, transmitiendo su experiencia a las nuevas generaciones.
Su compromiso llegó hasta el final. En el 2011 rechazó la Medalla de Honor de la Ciudad de Barcelona concedida por el entonces alcalde Xavier Trias, argumentando que no podía aceptar un reconocimiento de un gobierno que estaba recortando los derechos por los que había luchado.
Este acto y su compromiso demuestran que la lucha auténtica siempre es de abajo hacia arriba y que la historia de las mujeres siempre necesita un esfuerzo más para ser contada. Ojalá, algún día, una película también sobre el bus número 12.
Su historia, por cierto, se puede ver en el documental sueco de 1976, Mujeres en Lucha, donde mujeres antifranquistas de distintas zonas de España hablan de sus experiencias en la lucha contra la dictadura y donde aparece, entre tantas, el testimonio de Maruja Ruiz.