Lo que hasta hace poco era una urbanización de veraneo junto al mar se ha convertido en un símbolo de la nueva realidad climática en Cataluña. Una decena de vecinos de Serramar, en Alcanar Platja (Montsià), serán los primeros desplazados climáticos del país. Sus casas, construidas junto al barranco del Llop, serán derribadas después de años de inundaciones que ya no se pueden contener con medidas provisionales.
Las viviendas se encuentran justo frente al cámping Els Alfacs, al lado de la antigua N-340, y están literalmente dentro del cauce natural por donde el agua desciende hacia el mar cuando llueve con fuerza. En los últimos años, las tormentas se han intensificado: solo desde 2018, los vecinos han sufrido cuatro grandes riadas.
La última, provocada por la borrasca Alice, fue la más violenta. “Todo parecía un mar. La cantidad de agua y la fuerza que tenía no la habíamos visto nunca”, cuenta Dídac Pla, uno de los afectados, en un reportaje de 3Cat.
Una decisión sin precedentes

El Ayuntamiento de Alcanar y la Generalitat de Catalunya ya han iniciado los trámites para expropiar y derribar las viviendas. Las administraciones coinciden en que no hay otra solución: “No es que estén cerca del barranco, es que están dentro del barranco”, explicó la consellera de Territori, Sílvia Paneque.
Los propios vecinos están de acuerdo con la medida. “Lo hemos hablado con el alcalde. La única opción viable es la expropiación. Estamos en medio de un barranco”, dice Pla a 3Cat. El objetivo es reubicar a las familias en otras zonas seguras del municipio.
En Alcanar saben de qué va eso de vivir al límite del agua. Entre 1980 y 2020 se registraron más de 40 episodios de inundaciones en la zona, y 21 afectaron directamente al municipio. Pero la frecuencia y la intensidad han aumentado tanto que la geografía urbana empieza a moverse.

El caso de Alcanar marca un antes y un después. Es la primera vez que en Cataluña se decide derribar viviendas habitadas por motivos directamente relacionados con la crisis climática. Y aunque los diez vecinos de Serramar serán los primeros en irse, todo apunta a que no serán los últimos.
Porque en el litoral catalán de Tarragona al Maresme cada gota fría deja un recordatorio: el cambio climático no es una amenaza futura, sino algo que ya está remodelando el mapa.