Este reportaje es parte de la campaña #ParaCuandoSalgamos, una iniciativa de Fever para apoyar al negocio local durante la crisis de la covid-19. Porque cuando todo pase, volveremos a disfrutar de esos restaurantes, bares y comercios que forman el corazón de Barcelona.
La crisis sanitaria derivada del Covid-19 ha supuesto una estocada mortal para infinidad de negocios. Hay otros, sin embargo, a los que el confinamiento ha disparado sus ventas, como los supermercados, que han visto su facturación crecer en torno a un 14 por ciento, o el succionador de clítoris, a la cabeza de ventas en Amazon. Fismuler, una joya de la restauración del barrio del Born, lucha por ser parte del segundo equipo.
Fismuler abrió en Barcelona hace unos dos años, cuando las cosas también andaban algo revueltas por la ciudad, aunque por otro avatares. Hoy, Jaime Santianes, socio local de Fismuler en Barcelona, se muestra positivo sin negar la incertidumbre. «Lo único que tenemos asegurado es que vamos a ir a tope. Los que nos dedicamos a esto desde hace muchos años hemos vivido muchas crisis y mil historias, pero sabemos que el que lo hace bien y es honrado sale adelante», explica al teléfono. Habla claro, sin medias tintas.
Santianes se formó trasegando los fogones de El Bulli. Allí conoció Patxi Zumárraga. Con él durmió litera con litera hace 20 años. La tercera pata del proyecto es Nino Redruello, del Grupo La Ancha, heredero de una potente tradición hostelera madrileña. Santianes no tiene «ni idea de cómo será la vuelta a la normalidad, no puedo ni imaginármelo porque cuando lo hago me desespero».
Lo que sí tiene claro es que no le gustaría tener que abrir sus servicios entre pantallas de metacrilato «ni historias raras. Esto no es la manera de comer en un sitio. Yo ahora voy con mascarilla y guantes al súper pero no voy a ir así a un restaurante a sufrir. Es lo más antitético de lo que significa para nosotros un restaurante. No me imagino España como el ejemplo de China de comer tras una mampara. Aquí la gente no sale a alimentarse, sale a pasárselo bien».
«No me imagino España como el ejemplo de China de comer tras una mampara. Aquí la gente no sale a alimentarse, sale a pasárselo bien»
Mientras tanto, el equipo de Fismuler en Barcelona, con una plantilla de 42 trabajadores, sigue trabajando con la mente puesta en que todo pase más pronto que tarde. Mucha videoconferencia, mucho contacto con otros profesionales del sector. Ahora andan ultimando el lanzamiento de una web para llevar los platos a casa. El proyecto viene de antes, pero la situación apremia. El reparto lo harán ellos mismos, sin intermediarios. El mismo camarero que te atendía en el local te llevará tu plato a casa.
También tienen ideado un sistema de recogida de pedidos en el local para que el cliente no necesite ni entraar al restaurante. E incluso están preparando una opción integral en la que los cocineros del equipo puedan desplazarse a los domicilios para cocinar in situ. Si Mahoma no va a Fismuler, Fismuler va a tu casa.
Cualquiera que conozca Fismuler sabe por qué lo que echa de menos. El escalope con huevo y trufa, su tarta de queso (una de las mejores de Barcelona), la dorada, la tortilla de bacalao, pero «al final Fismuler ha llegado a este punto referente por la cocina, la honestidad y el servicio. La gente va, se lo pasa bien, hay música en directo. Fismuler es el círculo que se cierra de buen servicio, comida y copas», explica.
Santianes no deja de mostrarse positivo. Para él estos días son un tiempo para la reflexión y para disfrutar de su hija de 15 meses, pero reconoce que la situación es dura, tanto para el empresario como para los trabajadores que están con un ERTE, sin propinas y sin bonus. «Ahora nos queda una temporada de meternos al barro», dice. «No tenemos ningún barómetro que nos diga que la gente va a salir con ganas y se va a meter en un restaurante». Ya se les ocurrirá algo.
Fotos: Fismuler