La sinécdoque es la figura retórica que se sirve de la parte por el todo. Hace referencia a una cosa con el nombre de sólo una parte. Tomo el ejemplo de la RAE para arrojar un poco de luz: cuando usamos “los mortales” para referirnos a “los seres humanos” estamos utilizando una sinécdoque. Bien: vivimos rodeados de sinécdoques. Y la mayoría de las veces las usamos sin darnos cuenta. Como en el caso del Laberinto de Horta. Hablamos de laberinto y nos olvidamos de referenciar a todo un parque.
Ante este supuesto de supuesta minusvaloración que no afecta ni ofende a nada ni a nadie, tenemos que decir una cosa: el Parque del Laberinto de Horta es el parque más antiguo de Barcelona.
El parque data de 1802, fue encargado por el Marqués Joan D’Antoni Desvalls Ardena y ejecutado por el arquitecto italiano Domenico Bagutti. El trabajo de Bagutti fue, como poco, elogiable. Su forma de estructurar el parque y la forma de envejecer del mismo (del parque, no de Bagutti), le han valido comparaciones con el Park Güell. Hay quien lo prefiere, como se puede leer en algunas reseñas de internet.
Sea como sea, el parque cautiva a quien lo visita y su condición de fotografiable tiene buena parte de la culpa. Dizque el laberinto no está en sus mejores tiempos –sus mejores tiempos, si alguien se lo pregunta, fueron cuando se grabó una escena de la película El Perfume–. Decimos lo de que no está en sus mejores tiempos porque tan baja es la frondosidad de los arbustos que no parece necesario el ingenio para salir del laberinto: todo se ve, todo se sabe.
Aun así: el laberinto no es su único atractivo. Esto es un poco como cuando se recuerde el Barça de Messi. Messi es la imagen más representativa, pero no hay que olvidar que por ahí estuvieron Xavi, Iniesta, Piqué… El Parque de Horta tiene sus encantos al margen del laberinto: los templetes de columnas toscanas o el pabellón en honor a las nueve musas son algunos de ellos.
La entrada al parque es de pago (unos dos euros), pero los miércoles y los domingos es gratuita. No obstante, y a pesar de la inmensidad del lugar, no se asegura la entrada sin hacer cola en los días gratuitos: el aforo es limitado.