La influencia del erotismo en la historia del ser humano era inenarrable. Era. Hasta hace unos años, cuando abrió sus puertas el Museo de la Erótica.
Si se pudiera explicar la sociedad (a nivel mundial) con una sola idea como base, la idea más adecuada sería la erótica, la sexualidad. La influencia es tan vasta que su mera existencia sirve para desmontar un cliché: no somos lo que comemos, somos lo que nos erotiza. Fuimos lo que nos erotizó.
Lo que erotizó, por ejemplo, a civilizaciones del Paleolítico Superior. Lo que erotizó a la India y como lo plasmaron en su Kamasutra, lo que erotizó a los japoneses y cómo lo representaron en su arte erótico prohíbido. Eso es lo que se ve en el Museo de la Erótica.
Mención aparte merece la tradición fálica y su presencia en el museo. Y merece esta mínima digresión por lo acertado y lo simbólico y lo atávico del asunto: el ser humano se ha organizado en sociedades patriarcales y el falo (¡qué vamos a decir los barceloneses, si tenemos la Torre Agbar!) es una proyección de esa idea.
La antropología, la arqueología y la literatura se materializan en este museo para reventar tabués. Aquí hay más de 800 piezas, salas nuevas con fuckmachines o sex dolls, el primer ejemplar de Playboy que data de 1953 e incluye un desnudo de Marilyn Monroe o una serie de records relacionados con la erótica.
Ah, y ahora ha llegado algo que interesará a los mitómanos de los Beatles y de Yoko Ono: la interesantísima exposición “Jon Lennon y Yoko Ono al desnudo”. Fotografía, litografía y dibujos hechos por Lennon. Una crónica sobre su relación plasmada sobre el papel.
El Museo de la Erótica (La Rambla, 96) va de cara y te encuentras lo que esperas y mucho más: la sexualidad como uno de los intereses primogenos del hombre (y mucho más).