El 28 de julio, la esencia del mejor festival de música electrónica del mundo a unas paradas de Metro de tu casa.
La situación dramática a la que se enfrenta el aspirante -sí, sí, aspirante- a ir a Tomorrowland es la siguiente. Se abre el plazo. Se cierra el plazo. Y no has encontrado un hueco entre los dos sintagmas anteriores para comprar tu entrada. Igual hasta tienes los billetes de avión cogidos. Pero las entradas, lo sabe Dios, se van volando.
Así, como en un acto de consideración, misericordia y piedad hacia los fanáticos irreductibles, Tomorrowland ofrece de un tiempo a esta parte UNITE with Tomorrowland. A saber, una conexión en directo con el escenario principal del festival, así como conciertos en directo presencial (Steve Aoki, Yves V, Ofenbach, Steve Angello…).
Los países que disfrutan de este acto de piedad son Abu Dabi, Italia, Líbano, Malta, México, Taiwán, Bélgica y España. Este último -sorpresa- con la suerte de ser Barcelona la sede. Y será el segundo año en el que se celebre en Barcelona. Porque, a diferencia de las películas, con los festivales las segundas partes siempre fueron buenas: si no fuera así, ¿qué sentido tendría celebrarlo?
La idea es la de renovar un concepto que podría ser definido como tardeo festivalero electrónico. Porque, esto es importante, a diferencia del festival, el evento no se alarga de 20 a 29 de julio. Qué va, la emoción de esos nueve días se concentran cual pastilla de Avecrem en 12 horas: de tres de la tarde a tres de la mañana dándolo todísimo.
El lugar, por cierto, es el Parc de Can Zam de Barcelona. Un lugar que se engalanará para transportarte al imaginario de Tomorrowland: elementos mágicos, productos ornamentales inspirados en cuentos de hadas, efectos especiales, lásers, confetis, animaciones en directo.
A modo de resumen se podría decir que el Tomorrowland se ha consagrado como meca de la electrónica. Pero ¿qué pasa con quienes no pueden peregrinar?