Está el agua estancada, luego el agua del Mediterráneo, después el agua de depuradora y, muy cerca de éstas, el agua del grifo de Barcelona. Quienes día tras día estamos condenados (sí, condenados) a beberla, bien lo sabemos y bien lo sufrimos.
No hay sustancia líquida peor que el agua del grifo de Barcelona.
Las consecuencias son terribles y todos estamos familiarizados con ellas: levantarse a media noche a beber agua del grifo como quien se toma un Frenadol, los callos en los dedos por cargar con packs o garrafas, el vaso que se vuelve blanco cuando lo dejas diez minutos sin tocar…
Si por un casual alguien no valorase esta agua así. Si alguna persona podía haber llegado a pensar que esta percepción colectiva del agua barcelonesa era fruto de un mito o del snobismo plural, hemos de decir que estaba equivocado. Bueno, no somos nosotros quienes lo hemos de decir, sino Faustino Muñoz, sumiller de aguas.
En un video de El Comidista categorizado en la sección de Catas de Expertos, le han dado a probar a este sensei del H2O distintas aguas de los grifos de distintas ciudades.
Sobre la de Barcelona, tras un primer contacto con su nariz, el comentario es “huele a humedad, a cartón mojado”.
Y más tarde asegura que: “bajo mi punto de vista tiene muchos defectos… menos dos”. No es que tenga muchos defectos menos dos virtudes, es que menos dos es la nota. El agua de Barcelona es la peor de España.
La mejor es la de Sevilla y los madrileños, acostumbrados como estamos a oírles presumir de lo que emana de su grifo de latón, se llevan una cura de humildad: cero.