De un tiempo a esta parte, hay un chiste lamentable, vomitivo, digno de hacer llorar en vez de reír que me ronda la mente. No obstante, dado el caso me viene muy bien contarlo. Ahí va (el que avisa no es traidor, es malísimo): ¿por qué los catalanes no le llamamos grupo bikini al grupo mixto?
Fruslerías al margen, continuaremos diciendo que cuando un forastero llega a Barcelona tiene que hacer un curso de iniciación a la cultura barcelonesa. Pero antes de conocer lo importante -las líneas de metro, el índice de precios de los alquileres-, debe saber, uno, lo que en Madrid llamáis tercio, aquí es mediana. Y, dos, lo que en el resto de España se llama mixto, aquí se llama bikini.
Y casualmente o no, no tiene nada que ver con el traje de baño de dos piezas. Bueno, que comparte nombre. Pero ontológica y, en primera instancia, etimológicamente no existe una relación.
El origen del nombre en términos de etimología popular reposa sobre una sala de baile barcelonesa: la Sala Bikini.
Estaba en Diagonal, se abrió en 1953, tenía una zona al aire libre, un minigolf y un bocadillo típico. Un bocadillo diseñado con el croque-monsieur francés como referente. Un poco al estilo de: cuando lo ves en Aliexpress versus Cuando te llega a casa. Aunque esta idea tampoco desmerecía -desmerece- el sabor: estaba -está- buenísimo.
El caso es que el bocadillo se hizo tan popular que el personaje devoró a la persona, la marca al original, el bikini al sándwich.