
Secreta, lo que es secreta, no lo es. La Cala Morisca le sonará a cualquier barcelonés que tenga como afición visitar playas no urbanas. Y es que es casi imposible descubrir algo nuevo en el litoral barcelonés: por suerte o por desgracia no vivimos en el setenta y pico. El boca a oreja que constituye internet y la facilidad de acceso a medios de transporte contribuye a que sea imposible encontrar una playa virgen en la provincia de Barcelona.
Pero la Cala Morisca podría ser lo más parecido a esta idea. A pesar de su chiringuito -sí, tiene chiringuito- y del elevado coste de sus productos.
Otra cosa que constituye un arma de doble filo es su parking: el precio prohibitivo del mismo da pie a una forma económica de minimizar el número de visitantes. La cosa es la siguiente: esta cala está a casi a siete kilómetros de Sitges, con lo cual ir andando es utópico. La mejor forma de ir es en coche. Y el coche lo tienes que dejar en el parking, que no es barato. Así que, o te acercas andando, o a nada o te toca pagar el parking.
Al margen de estos condicionantes negativos, la playa es una maravilla. Su reducido tamaño, su escasa masificación, la ubicación en la que está (bajo los acantilados del Parc del Garraf), los servicios que presta, su buen ambiente, el componente nudista (que no es obligatorio), la cercanía a Barcelona.
La Cala Morisca no está excesivamente masificada. Lo cual se agradece siendo que es nudista: no es especialmente agradable plantar la toalla y estar en continuo roce o extrema cercanía con los miembros (o lo que sea) de otra gente. Aunque ahí ya cada uno con sus gustos.
Igual que el Bitter Kas o la tónica, las playas nudistas parecen orientadas a un público muy concreto. Es decir, tirando de la madeja de la metáfora de la bebida, no es como la Coca Cola que le gusta todos o como agua que puedas beber en cualquier momento: si vas a una playa nudista es porque quieres. Además y en según qué casos, ocurre algo curioso: con el paso de los años (de ahí lo del Bitter Kas) y con la pérdida de pudor, apetece visitarlas con más frecuencia.
Si bien es cierto que la referida en este artículo, la Cala Morisca, no es lo que era. La frase tan manida por nostálgicos tiene aquí todo el sentido del mundo: cada vez hay más textil cubriendo las partes pudendas de los visitantes.
No obstante, esto tampoco desmerece ni un ápice la calidad de la cala.