Aunque los ciudadanos de Barcelona ya están más que acostumbrados a su presencia, más de uno se habrá llevado un susto al alzar la vista y encontrarse con una cara devolviéndole la mirada. Los edificios de algunos barrios de la ciudad, como los de La Ribera y Ciutat Vella, tienen caras de piedra esculpidas en las esquinas de sus calles. Todo aquel que conoce bien las anécdotas que rodean la historia de Barcelona está familiarizado con ellas.
Se trata de las carassas, uno de los elementos más típicos del entorno urbano barcelonés. De hecho, su popularidad es tal que algunas han sido dotadas de nombre. Es este el caso del Papamosques, ubicado entre las calles de les Mosques y dels Flassanders, y de La Caterina, en el carrer Mestres Casals i Martorell. La más famosa, debido a su buena conservación, probablemente sea la de la calle Vigatans i Mirallers. El edificio en el que estaba colocada fue derribado en 1983 por el Ayuntamiento, pero fue devuelta a su sitio tras la presión vecinal.
Su cara oculta
Por norma general suelen ser caras de mujeres, pero también las hay de demonios, sátiros y gárgolas, entre otras cosas. La presencia de este tipo de figuras, junto con el pasado masónico de Barcelona, puede conducir a la vinculación de las carassas con el ocultismo. Son muchos los que han tratado de dotarlas de algún tipo de simbolismo secreto. No obstante, la verdadera explicación detrás de estas míticas caras esculpidas en piedra está muy lejos de cualquier componente sectario o mitológico. Más allá de los personajes que representan, su razón de ser tiene un componente mucho más terrenal.
Barcelona ha sido siempre un importante enclave portuario, lo que ha provocado a lo largo de la historia un ir y venir de gente de todos los rincones del mundo. La ciudad tuvo que adaptarse a las demandas de los marineros que llegaban a su costa. Por ello, como en el siglo XVII gran parte de la población era analfabeta, especialmente las clases bajas y medias, se buscaron nuevas formas de señalizar sus calles. Así, se optó por la colocación de las famosas carassas en las esquinas de aquellas que en aquel momento albergaban burdeles. De esta forma, cuando los viajeros se topaban con ellas, solo tenían que seguir la mirada de las figuras de piedra para encontrar lo que estaban buscando.
Autor original: F. Narváez