
Jaume Plensa, uno de nuestros artistas más internacionales, diseñó Carmela con la cara de una niña como referencia.
Carmela, la escultura que precede a la llegada al Palau de la Música si es que llegas desde Via Laietana, debería pasar a la historia como el “se queda” que fue efectivo. A saber, la obra llegó hace unos años para tener una presencia efímera. De hecho, su futuro iba a ser Estados Unidos, pero la voluntad vecinal melló en Jaume Plensa, el autor, y decidió ceder la estatua a la ciudadanía.
Jaume Plensa, uno de nuestros artistas más internacionales, diseñó Carmela con la cara de una niña como referencia. La cara fue escaneada y llevada a las tres dimensiones. De este modo, la obra, de casi cinco metros, refleja el tránsito de la infancia a la etapa adulta.
El contexto de Carmela es una rareza en sí mismo: la escultura puede ser incluida en la categoría de cosas que nacen para ser temporales y se quedan para siempre. Como la Torre Eifel o como Pablo Iglesias en Podemos. Y, además, debe ser de los pocos casos de Change.org que sirvieron para lograr el objetivo.
¿Y cuál era el objetivo? La permanencia indefinida de la estatua. Los vecinos estaban encantados con la obra de Plensa e instaron al Ayuntamiento a negociar con el artista. Y el artista, casi como profeta en su tierra, se emocionó por el apoyo ciudadano. Tanto fue así que decidió prestar (gratis) la obra durante ocho años. Este acuerdo se produjo en 2016, así que Carmela debería seguir en su sitio hasta 2024. Y luego no se sabe, pero con el cariño que le ha tomado la ciudadanía, todo apunta a una dirección.