Aunque sea como la muerte (una tendencia natural), no nos acostumbramos. Y por eso es noticia: cierra otro negocio emblemático. Cierra el Bracafé de Caspe, 2.
Esta vez no obedece a temas de especulación, de subidas de alquiler insostenibles o de que se amontonen las deudas. Qué va. Es una decisión irreversible de Catalana Occidente. La aseguradora está reformando su sede (obra para la que ha invertido 30 millones de euros) y una de las patas más importantes del proyecto es el parking subterráneo de cinco plantas. Un parking que necesita una puerta de entrada. Una puerta de entrada que será el Bracafé.
Retomando la idea de la muerte. Si bien el concepto -el concepto- de muerte digna requiere una revisión (no hay nada digno en el acto de perder la vida), en su aplicación metafórica al caso el concepto viene como anillo al dedo. Es indigno que un local tan emblemático acabe por ser relevado a mera puerta de parking. Ochentaitantos años de historia convertidos en practicidad absoluta.
Y aunque haya una treintena de Bracafés en Barcelona. Y aunque falten todavía tres meses y poco. Y aunque no sea el Bracafé más antiguo de la ciudad (Ese es el de Comte d’Urgell, 35). Y aunque tengamos en cuenta todos estos atenuantes y cualquier otro que quiera maquillar el dolor, el ligero desasosiego no es menor.
Cierra uno de los locales más emblemáticos de Barcelona. Y a los nostálgicos nos duele.