Uno de los mayores placeres para todo aquel a quien le guste viajar es descubrir sitios nuevos. La mera aventura de subirse al coche sin rumbo es emocionante. Pero lo es más cuando el azar nos lleva a lugares inesperados. Lugares que no pensábamos que estaban ahí, perdidos en medio de la nada, desvalorizados y apartados de la jungla humana. Ocurre eso cuando uno descubre, en un golpe de azar, Tancat de Codorniu.
Se trata de un complejo de resort con restaurantes que constituye un pequeño oasis casi en la frontera entre Catalunya y la Comunitat Valenciana. Un lugar en mitad de no un no-lugar al que se suele llegar por mera casualidad, pero sobre todo por recomendación de alguien. Hoy queremos hablar de Citrus del Tancat, su espacio gastronómico por excelencia.
Citrus del Tancat es un pequeño cosmos bajo la dirección gastronómica de Aitor López, acompañado de Alex Nolla en sumillería y Susanna Krcivoj como jefa de sala.
La propuesta de platos abraza los sabores del mar y la tierra en menús gastronómicos protagonizados por productos de la zona del Parque Natural del Delta del Ebro, donde se encuentra el restaurante.
Por ejemplo, destacan carnes de caza como el mufflon y el Agnei ibérico, y pescados como el Rapet de la costa del Delta a la royal de algarroba o el arroz cremoso de sepionet. También los langostinos de Vinaròs con cremoso de sus cabezas o la coliflor asada con holandesa de moluscos del Delta y anguila ahumada.
Los postres también son una parte importante del disfrute gastronómico, y es que recientemente se han añadido creaciones como la naranja del Tancat con yogur helado y miel del Perelló o el melocotón de Calanda en conserva con flan de azafrán del Perelló y haba tonka. Todos los postres están elaborados con ingredientes de proximidad, como la naranja de los propios árboles de la finca. En total hay más de 2.000 árboles en las más de 100 hectáreas de terreno.
Más allá del producto, el espacio merece una mención aparte. Citrus del Tancat respira elegancia y armonía. Sus grandes ventanales dejan entrar una gran cantidad de luz, que confiere al espacio un juego de colores marcado por la incidencia del sol. Techos abuhardillados de madera y amplias mesas circulares que miran hacia el paisaje; un gran terreno de árboles que convierte la experiencia de comer o cenar en un espectáculo para la vista.