
Cuando hablamos de personajes populares de Barcelona, son tantos que muchas veces es difícil lograr acordarse de todos en una lista. Siempre hay uno o dos que faltan y que vosotros (sabios lectores) os encargáis de recordar. Pero hay alguien que no falta. Nunca. Jamás. En ninguna lista ni en ninguna charla. Se trata de Dolors Bonella i Alcázar, más conocida popularmente como «La Moños».
Imposible no acordarse de ella para los más viejos del lugar o no haber oído hablar de sus paseos por La Rambla para los que nacimos un poco más tarde. Desde luego, era impensable no conocerla en su época. Con su vestido de colores chillones, su falda raída, su abanico (hiciese calor, lloviera o nevase) y, como no, sus inseparables moños en la cabeza. Pese a haber perdido la cordura, a La Moños nunca le faltó una sonrisa para propios y extraños y se pasaba los días bailando y cantando Rambla arriba y Rambla abajo. Lo que más resalta la gente es que nunca tuvo una mala palabra o mirada para nadie, recibiese o no propina.
¿Pero cómo llegó Dolors Bonella i Alcázar, una mujer trabajadora nata, a convertirse en La Moños? Como siempre pasa en este tipo de historias, la verdad se encuentra a medias entre los rumores y la leyenda urbana. Hay varias teorías, aunque todas ellas coinciden en que su giro a la locura vino marcado por la trágica pérdida se su hija única. Unos dicen que murió por culpa de un accidente de coche, otros que una familia adinerada para la que trabajaba como sirvienta se la arrebató ya que la había tenido con uno de los señoritos de la casa. Lo cierto es que, fuera lo que fuese, Dolors nunca volvería a ser la misma.
La Moños murió en el Hospital Marítimo de Barcelona (el actual Hospital del Mar) en 1940, con 89 años de edad. Desde entonces, la Rambla no ha vuelto a ser la misma, aunque la figura de la malograda Dolors sobrevive para siempre en el imaginario colectivo y en la cultura popular catalana. No en vano, entre otras cosas, se le ha dedicado una película, una obra musical de teatro y dos estatuas (una en el Museo de Autómatas del Tibidabo y otra en el Museu de Cera).