
Nacer como un rayo, subir como la espuma y caer en desgracia como un plomo en el agua en menos de lo que tarda en decirse alegría no es algo exclusivo de estos tiempos de tecnología y redes sociales. El auge y declive de modas y tendencias ha sido una constante a lo largo de la historia, y relatos como el que nos cuentan los restos del Casino de la Rabassada son el mejor ejemplo de ello.
Ubicado en la Sierra de Collserola, estos muros, hoy comidos por el tiempo y el abandono, acogieron a principios del siglo pasado a la flor y nata de la burguesía catalana. Entonces, el lujo de la ciudad huía del mar hacia la montaña. No solo había un casino en estas instalaciones. Hotel, restaurante y parque de atracciones completaban la oferta de una obra faraónica que contó con un presupuesto de 2,5 millones de pesetas, una cantidad económica insólita para la época.
Pero la prohibición del juego, primero en 1912 y luego de nuevo durante la dictadura de Primo de Rivera, provocó su declive. Durante la Guerra Civil se usaría como refugio contra los bombardeos primero y como cuartel después, para finalmente abandonarse para siempre.
¿Cómo llegar a las ruinas del Casino de la Rabassada?
Y aunque hoy queda muy poco en pie de las instalaciones, aún es posible llegarse a vislumbrar los restos de lo que aquello fue algún día. Basta buscar «casino de la Rabssada» en google para que el mapa ya nos indique la ubicación de las ruinas. Desde Barcelona se llega por dicha carretera, de camino al Parque de atracciones del Tibidabo. Cuando llega el desvío que lleva al parque en lugar de tomarlo se sigue recto, en dirección a Sant Cugat.
Al cabo de pocos metros aparece una pared desastrada, con un amago de puerta y un cartel que indica la situación de las ruinas. A partir de ahí, la suerte es nuestra. Si escogemos cruzar esa puerta nos encontraremos un bosque cerrado que parece no llevar a nada, pero que nos mostrará, si le damos unos pasos de confianza, los restos de una balconada blanca de estilo modernista, que fue el mirador del casino sobre la ciudad.
Hay pocos restos más. Un arco, lo que queda de los pilares que soportaban a la montaña rusa y poca cosa más. El resto queda a lo que nuestra imaginación y las fotos nos permitan reconstruir, la imagen de que aún el bosque más anodino y la piedra más dejada puede esconder la historia de uno de los edificios más lujosos de la historia de la ciudad.