Solo hay dos formas posibles de empezar este artículo y ambas apuntan al mismo cliché. Podría empezarse diciendo que la realidad siempre supera a la ficción. La segunda opción, decimos, se le parece mucho: la vida imita al arte.
Y tiramos de estas frases tan manidas por la sencilla razón de que es así: en un taller de Barcelona están recreando las motos de Dragon Ball. Y nos parece una idea guapísima. El taller en cuestión es Bel&Bel y no es un taller. O sea, es un taller, pero no un taller canónico. Hemos dicho que es un taller, pero podríamos haber dicho que es una galería de arte o un centro de reciclaje.
Sobre esto último: en Bel&Bel definen su forma de trabajar de la siguiente manera: “nuestro proyecto empezó con la readaptación de objetos viejos en piezas funcionales”.
Es decir: se recrean las motos de Dragon Ball y se hace a partir de modelos preexistentes y de material reciclado. Por ejemplo, la moto de Lunch, asesina bipolar de los primeros capítulos, se hace en base a un segway.
Releyendo lo escrito, podría parecer que aquello de galería de arte implica que la función de las motos es ornamental. Nada más cerca de la ficción. Las motos de Bel&Bel funcionan tan bien como la Vespa de tu vecino. Tanto es así que ahora están trabajando en reunir todos los permisos necesarios para que puedan circular. Tanto es así que ahora están trabajando en la creación de una edición limitada.
Parece claro que ahora mismo la moto de Bulma (“es una moto con motor eléctrico en la rueda trasera tipo hub y un chasis hecho a medida”, han dicho a Yorokobu desde Bel&Bel) se parece más a una pieza de coleccionista que a un vehículo real. Pero, oye, todo se andará.