De un tiempo a esta parte, la constatación es la siguiente: los animales no entran o se reproducen en Barcelona sólo porque quieran los barceloneses.
Hablamos de Litio, el lince ibérico que se recorrió la península de Oeste a Este hasta llegar a Barcelona. Hablamos de la proliferación de ratas de laboratorio en Plaça Catalunya. Y también, claro, hablamos de los jabalíes de las zonas urbanas que colindan con Collserola.
Si hace unos meses tratábamos la dimensión del problema (“cada vez son más exigentes y pueden llegar a ser agresivos para obtener comida”), este artículo es para hablar de las medidas públicas implantadas para resolver el problema, que cada vez es más grande. Ha aumentado la exigencia, la agresividad y el número de jabalíes. Así pues, el Ayuntamiento ya ha puesto en marcha un programa para mitigar el problema.
Cabe considerar, antes de nada, la raíz del problema: los jabalíes se reproducen a un ritmo frenético. En Collserola hay una sobrepoblación. En cifras: 1500 jabalíes es el número estimado, 600 la carga máxima y 300 la cifra ideal.
Las primeras medidas impuestas por el Ayuntamiento están dirigidas a cerrarles el grifo de la comida. Se han anclado los contenedores porque saben tumbarlos. Se han tapado las papeleras porque saben tumbarlas. Se está racionando con mayor precaución la comida de los gatos en las colonias porque bajan a buscarla.
Junto a estas propuestas, el Ayuntamiento también se plantea la concienciación a través de una campaña informativa: un jabalí no es un maldito perro. No hay que darle de comer, no hay que acariciarlo y no hay que lanzarle un palo. Entre otras cosas, porque es poco probable que te lo devuelva.
Las segundas medidas, consideradas como futuribles, están enfocadas a algo parecido a la castración química. Realmente es una esterilización temporal de bajo coste.
Aunque hablar de castración pueda sonar excesivo, es mejor esto que el sacrificio. La dimensión del drama sólo se entiende con el siguiente dato: en los últimos dos años ha sido necesario sacrificar a ocho jabalíes porque luego no se pudieron adaptar a la vida en el bosque.