
Si eres un enamorado de la Costa Brava, pero –por lo que sea– necesitas excusas para ir, aquí va una excusa tan grande como la Sagrada Familia: Tossa de Mar.
Los atractivos de Tossa de Mar van más allá de que un número incontable de calas se amontonen a los pies del litoral del municipio. Van más allá de una playa curva que, dada la masificación, se visita mejor en invierno que en verano. Van más allá, también que el hecho de que un pintor francés de los que marcan época –Marc Chagall– la definiera hace cien años como el paraíso azul.
Van mucho más allá, claro, muchísimo más allá.
Un punto por el que empezar a definir hasta dónde van los atractivos podría ser el párrafo anterior. Y luego cabría la enumeración. Y se podría decir que otro atractivo es (sin profanar ninguna tumba) probar los besos de Ava Gardner. La mítica actriz estadounidense pasó una temporada en Tossa de Mar hace casi 70 años. Su estancia marcó tantísimo al pueblo que, además de una estatua, hay un postre típico y específico que se llama besos de Ava Gardner.
Ava Gardner –presumimos que involuntariamente– aceleró la condición turística de Tossa de Mar. El pueblo y su atractivísimo y antiguo barrio pesquero fueron el reclamo para una multitud de turistas que, en 2019, sigue visitándolo a diario.
También podemos hablar de Tossa de Mar en términos de imprescindibles. Igual que se dice que el barcelonés debe (aunque sea una vez en la vida) visitar la Sagrada Familia o ir a ver un partido al Camp Nou, el barcelonés tampoco puede morir sin estar en el mismo éter que estuvo Ava Gardner.
Tossa de Mar es concebida en el imaginario colectivo como un lugar de perfil rocoso, con playas idílicas, con una increíble muralla rodeándola y espacios naturales de interés nacional. Y no hay ninguna mentira en esa frase, pero nos quedaríamos cortos si sólo dijésemos eso.