Por primera vez, el Ayuntamiento de Barcelona ha realizado un estudio para ver el impacto medioambiental que genera la alimentación de los barceloneses. La cifra es 2,5 millones de toneladas de CO2 al año, de las cuales el 82% corresponde a la producción de los alimentos (agrícolas, ramaderos o de pesca), el 13,5% a la fabricación y envasado y el 4% al transporte hasta Barcelona.
El estudio también nos revela otros datos interesantes: de esos 2,5 millones de toneladas, el 62% es por consumos domésticos de personas residentes en la ciudad, el 13,3% es de turistas y el 7,1% es de vecinos en bares y restaurantes. Los porcentajes restantes corresponden, por un lado, a la fabricación y envasado, y por otro al transporte (ver cifras en el párrafo anterior).
Para poder entender mejor la dimensión de esta cifra y su impacto medioambiental, la compararemos con las actividades más contaminantes de la ciudad, que son la portuaria (que genera 5,3 millones de tonleadas de CO2) y la aeroportuaria (con 7,6 millones de toneladas de CO2). De este modo, vemos que la cifra correspondiente a la alimentación no se queda muy alejada de estas dos actividades.
Un factor importante a tener en cuenta en esos 2,5 millones de toneladas son los productos de origen animal, que representan un 60% de las emisiones derivadas del consumo de alimentos. Así, el estudio explica que reducir el consumo de carnes, lácteos, pescado y marisco es una de las acciones más importantes para reducir nuestra huella medioambiental. El Consistorio advierte que con una reducción del 25% de proteína animal se reducirían 285.000 toneladas de CO₂
Dentro de ese consumo de productos de origen animal, sin duda, el que mayor impacto genera es la carne roja (ternera y cordero). En ese sentido, el Ayuntamiento quiere impulsar un cúmulo de acciones para reducir las emisiones. Por ejemplo, desde los comedores escolares ya se ha tomado una mayor conciencia en este sentido y se ha reducido considerablmente el uso de carnes rojas, no solo por esa huella medioambiental sino también porque un gran consumo es perjudicial para la salud de los menores.