El sábado pasado pudimos decirlo claramente: el verano ya ha terminado. Y Aperol nos ha acompañado a despedirlo.
Desde pequeños nos enseñan que no hay que hacer caso a la tele. Y el finde pasado tuve una vivencia que da validez a este consejo educativo. El 23 de septiembre, Roberto Brasero decía que el verano había acabado. Pero en ese mensaje había algo que me sonaba a falso. No sabía muy bien lo que era y tuve que esperar a que fuese sábado para que mis sospechas se confirmaran.
Mis sospechas, ya lo he dicho, eran que el mensaje es falso. El verano no acababa cuando lo decían en el Telediario. El verano acababa cuando sonaba el último acorde en la Aperol Chiringuito Party. Y así lo pudimos comprobar el sábado pasado.
En un chiringuito de la Barceloneta, Aperol preparó más de lo justo y más de lo necesario para despedir al verano en condiciones.
¿Qué es más de lo justo y de lo necesario?, se preguntará el lector. Es más de lo habitual. Y más de lo habitual es reunir la esencia de todas las playas de España en un único espacio de unos cuantos metros cuadrados.
Ante la duda de si prefieres las playas masificadas de Benidorm o las calas perdidas de Ibiza; de si eres más de espetos malagueños o de paella valenciana, la respuesta de Aperol es mezclar todos los conceptos. Unir en un chiringuito lo mejorcito de cada casa, esa es la respuesta. Buena música, buenas tapas y, por supuestísimo, buen Aperol Spritz.
Si en el artículo en el que hablábamos de la fiesta decíamos que “Aperol ha montado una fiesta que, partiendo de una base tradicional, transgrede todo lo que antes habías vivido en un chiringuito”, después de vivirla, no podemos hacer otra cosa que no sea reivindicar nuestra afirmación.
Que Aperol ha montado una fiesta insólita y que el verano ha acabado. Y más le vale tardar poco en volver.