Hace 15 años se inauguraba la Torre Agbar, hoy rebautizada como Torre Glòries. En su momento se utilizó el acrónimo Agbar de Aguas de Barcelona, empresa que haría de este rascacielos su sede social. Ubicada en la confluencia de la avenida Diagonal y la calle Badajoz, junto a la plaza de las Glorias, el edificio acabaría finalmente adoptando este último nombre en referencia a su ubicación.
Pero nada tan sugestivo como para desatar la creatividad popular que su forma, que sigue dando lugar a múltiples nomenclaturas diversas, aunque todas ellas giran en torno a formas más o menos fálicas. Aquí Freud tendría material para un par de trilogías; luego Lacan enmendarle la plana.
Las gentes de Barcelona han visto en este edificio de 130 millones de euros no solo un parecido evidente con el 30 St Mary Axe de Londres, sino también paralelismo varios con hortalizas, fármacos de administración por vía rectal y falos, sobre todo falos.
Decía Foucault que la sexualidad no fue un tabú ni en las épocas más mojigatas, que la sexualidad estaba siempre presente, pero lo estaba de la forma en que unos pocos lo permitían. Aún hoy, el pene sigue omnipresente.
Hay quienes siguen tan perdidos que llaman satisfyer al dildo clásico, como si el placer femenino hubiera en algún momento dependido exclusivamente del falo. También hay quienes lo llaman erróneamente consolador, pero de estas nomenclaturas saben más las expertas.
Y con permiso de los anteriores, le sigue la dieta mediterránea, rica en fibra.
Porque la salud siempre es lo primero, aunque venga por detrás.
Hay también quienes siempre tratan de raspar la originalidad, como un cantante de Eurovisión.
O los que barren para casa.
Quizá esta sea la forma que mayor similitud guarda con la Torre Agbar, aunque no la más graciosa.
Pero sobre todo, benditas sean las abuelas con la sabiduría que dan los años.