Hace poco fui a ver la película de Inside Out, una película sobre sentimientos que tienen sentimientos. Como todo lo que tiene que ver con Pixar me encantó, consiguió sacarme la lagrimilla. Al día siguiente mis amigas y yo jugamos a identificarnos con una emoción, solo una (elegí alegría) y en un ramalazo filosófico, salió el debate de que con las ciudades podíamos hacer lo mismo.
Me explico: París sería ira (enfada de lo grande que es), Pamplona después de San Fermín da asco, cruzar la calle en Roma, miedo… Le llegó el turno a Barcelona y no supimos ponernos de acuerdo. Tras una hora de acalorado debate llegamos a la conclusión de que la ciudad condal no puede describirse con una sola emoción, sino con todas. Este fue nuestro razonamiento:
Alegría
Las fiestas de Gràcia porque hacen gracia (bienvenidos al festival del humor). Ahora en serio, es uno de los mejores momentos de la ciudad, solo por ellas vale la pena quedarse en agosto. También poder decir “Vaya, vaya AQUÍ sí hay playa” con mucho orgullo y satisfacción, de salir de la uni, el curro o lo que sea y poder desconectar mojando los pies en las olas.
Si esto te cansa, saber que puedes encontrar una cala de postal a menos de una hora del centro en coche también produce cierta satisfacción. Para apreciar lo maravillosa que es Barcelona, hay que tener momentos de huir de ella a toda costa.
Tristeza
Pasear por la Vila Olímpica y recordar uno de los momentos más gloriosos que ha tenido la ciudad pone un poco triste, sabemos que es muy difícil que eso se repita pero ¿Quién sabe? Por cierto, el día que terminen la Sagrada Familia creo que será el más triste para muchos barceloneses. Sí, quizá haga ilusión saber que no habrá grúas a su alrededor pero es que no hay otra forma de concebirla. Debería estar inacabada para siempre.
Ira
Quizá tenga que apuntarme a un curso de anger management pero es que me pone negra hacer el transbordo Gràcia; es tan largo y caótico…Es como estar dentro de una película de terror. Si encima le añadimos a que el próximo tren pasa en diez minutos, el enfado es mayor.
Otra cosa que desquicia es que algunos malrolleros aseguren que los tópicos se cumplen al pie de la letra: que si somos unos peseteros, que solo hablamos en catalán…
Miedo
Pasear por la noche por la zona mala del Raval, donde todo el mundo con el que te cruzas parece tramar algo…Da mucho, mucho cague. Es inevitable no aferrarse a la cartera como si te fuera la vida en ello, aunque solo lleves calderilla. Todos conocemos al amigo del amigo al que atracaron.
Otra cosa que aterra es que con tanto turista, Barcelona pierda su autenticidad. Cada vez más parece una ciudad construida para el extranjero y no para el autóctono. No hay más que ver la Barceloneta en agosto, donde hay más gente que en la estampida de Jumanji.
Asco
La playa llena de mierda. Bueno, más bien es una mezcla de ira y asco; me pregunto quién es la mente brillante que se dedica a tirar clínex y papeles al mar. Encontrarse con objetos flotantes no identificados no es agradable ¿Vale?
Pero si después de este baño con tropezones encuentras que una gaviota te ha cagado en el parabrisas del coche, la cosa empeora.
Pero si algo da mucho, muchísimo asco es meterte en el metro y que huela a sobaquillo. Deberían repartir desodorantes o pastillas de jabón en los tornos.