Este texto ha sido redactado por @gonzalodoctor, doctor especializado en neurociencia, y fue publicado originalmente en su blog. Las fotografías son de @monikased y el arte, de @claudiasahuquillo.
Los seres humanos somos seres sociables, y aunque algunos pueden mostrar una personalidad solitaria e introvertida, el contacto con otros es necesario para sentirnos parte de un grupo, de un colectivo o de una familia (y sentirnos seguros). Sin embargo, seguramente te sorprenda cómo hemos aprendido una serie de prejuicios y miedos injustificados, consciente o inconscientemente, de nuestro sistema educativo y cultural que no necesariamente favorecen la cohesión e igualdad de todxs.
Estos condicionamientos culturales y educativos afectan al colectivo LGTBIQ+ (como así también a otros grupos minoritarios no normativos) que por la orientación sexual, identidad y expresión de su propia identidad han estado marginados de la sociedad, situación que en algunos países aún sigue siendo realidad.
Hoy en el día de orgullo gay, quiero analizar la huella que queda en el cerebro con aislamiento social y su impacto en la unidad cuerpo-mente.
Innumerables estudios científicos han demostrado la importancia fundamental y co-reguladora de la conexión social para la salud física y mental (me falta una: la espiritual). Pero, ¿qué sucede con las funciones cognitivas superiores y su respuesta psicológica ante la desconexión social?
Los estudios demuestran que la amenaza de la desconexión social activa los mismos circuitos neuronales y fisiológicos del sistema de alarma del cerebro (lo que en inglés se conoce cómo “fight or flight reaction”), con el objetivo de evitar un daño mayor físico o psicológico. Esta respuesta es como el piloto automático del cerebro y está condicionada neurobiológicamente (es decir, adaptada para preservar la integridad física del individuo y de la tribu), codificada para activar el “sistema de alerta” o “danger zone” ubicada en la famosa amígdala (directora de la orquesta del estrés y quien que comanda la respuesta primitiva para la supervivencia). Así como la corteza cingulada dorsal anterior y la insular anterior que son conocidas por su función de gestionar la amenaza y la percepción del dolor físico o mental. Este ciclo, una vez iniciado, es un poco difícil de detener. Cuanto más se activa, más memoria neuronal generará.
Neuro-fisiológicamente hablando, la desconexión social altera la normal fluidez neuronal. Como en el ajedrez, pone en jaque (mate) al sistema y altera el adecuado funcionamiento del sistema neuro-endocrino, generando cambios emocionales en el comportamiento y en la fisiología cuerpo-mente. La cascada hormonal es tan intensa que puede alterar la capacidad de tomar decisiones, el sueño o incrementar el sesgo de aversión a la pérdida.
Las personas socialmente conectadas son más longevas y tienen menor riesgo de padecer enfermedades coronarias o cancerígenas.
Lo interesante es que las conexiones sociales genuinas, honestas y basadas en la empatía tienen la capacidad de inhibir este mecanismo adaptativo y protector del cerebro. Sí, aquí esta parte de la receta para la desactivación amigdalina. Esto además favorece a la integración del cerebro para poder tener experiencias emocionales complejas como el amor, la confianza o la sorpresa (emociones básicas de la neocorteza). Y no solo esto, sino que las personas socialmente conectadas son más longevas y tienen menor riesgo de padecer enfermedades coronarias o cancerígenas. Vualá, ¿quién no quiere eso?
¿Qué pasa cuando el cerebro no se siente seguro?
El cerebro humano funciona óptimamente cuando unx se siente segurx y contentx con unx mismx y con el entorno. Estas dos condiciones son esenciales para poder percibir el amor y la confianza y para poder desarrollar tu más alto potencial.
Un cerebro seguro puede:
- Integrar y conectar mayor cantidad de áreas cerebrales de manera fluida para optimizar tu creatividad e intelecto.
- Experimentar insights (ese momento que uno dice “wow” sobre uno mismo).
- Desarrollar compasión y amor propio.
- Crear vínculos auténticos y honestos que te den pertenencia y sentido.
- Tener recursos neuronales fácilmente disponibles para aprender un nuevo idioma, instrumento o habilidad.
- Animarte a tener metas desafiantes y estimulantes para tu futuro.
- Poder sorprenderte y asombrarte de las pequeñas cosas del día a día.
Existen tres áreas asociadas en nuestro cerebro que han evolucionado con el paso de millones de años. Estás áreas se han moldeado a medida que las relaciones humanas se han hecho más complejas y ricas. En cada unas de estas áreas del cerebro se preservan y procesan algunas de estas necesidades de las que hablamos anteriormente.
🧠 El cerebro REPTILIANO: regido por la amígdala
Tiene la función primaria de proteger y defender (preservar al individuo). Esta área del cerebro se pregunta ¿me siento seguro? ¿Puedo expresar libremente mi sexualidad? ¿Me pongo en una situación de peligro si me muestro tal cual soy? La respuesta de la amígdala son las 5 emociones de supervivencia: tristeza, vergüenza, enojo, rechazo y miedo. Estas emociones son emociones básicas que pretenden preservar al individuo en cohesión con su entorno. Una amígdala altamente estresada (y repetidamente estimulada) genera emociones de supervivencia intensas. Asimismo, favorece a que esas vías neuronales se acentúen y condicionen las experiencias. Una amígdala crónicamente estimula predetermina una respuesta de lucha y huida constante. El resultado de la hiperactivación amigdalina es que conducirá tu vida temerosamente (e inconscientemente) con la constante sensación de que “no estás seguro” y de estar en alerta ante cualquier potencial amenaza (llamado hipervigilia). Es decir, un cerebro que nunca descansa que lleva a la desconexión cuerpo-mente y a la inflamación crónica.
🧠 El sistema LÍMBICO: tiene un papel de cohesión en la tribu.
Es la parte más emocional del cerebro y la encargada de conectar memorias y emociones. En esta parte se encuentra la primera zona que se verá activada/estimulada cuando te sientas solo y socialmente desconectadx (para luego avisar a la amígdala para iniciar una batalla campal cerebral). En cambio, se relaja (y te hará sentir a gusto contigo mismx y tus seres queridos) cuando uno siente que pertenece a un colectivo o a un núcleo social/familiar. El sistema límbico regulado es fundamental para poder poder experimentar emociones funcionales y para poder pasar al siguiente nivel del cerebro. Esta parte see pregunta: ¿me siento conectado conmigo? ¿Me siento bienvenidx en la comunidad? ¿Tengo relaciones sinceras y honestas?
🧠 La NEOCORTEZA: esta última capa del cerebro es la más externa visiblemente y la última en desarrollarse.
La enorme y extensa capa neuronal se desarrolla luego de nuestro nacimiento hasta aproximadamente los 25 años de vida. Sí, nuestro cerebro nace inmaduro y tarda 25 años alcanzar tu potencial máximo de crecimiento (años críticos para el cerebro y para el futuro del individuo). En la neocorteza se encuentran las funciones cognitivas superiores como analizar, procesar información, tomar decisiones, pensamiento crítico, entre otras que nos hacen humanos. Además, en la neocorteza también ocurre algo mágico: en ella sucede la percepción del amor propio, amor a la familia, amor a los amigos o a todos los seres vivos, y gracias a ella experimentamos emociones complejas como la confianza, el amor y la sorpresa. Esta parte del cerebro se pregunta: ¿Me siento amado? ¿Me siento seguro? ¿Confío en mi comunidad?
Cuando no nos sentimos seguros aparecerá entonces una sensación de aislamiento y desconexión tanto interna como con nuestro entorno. Es entonces cuando el 85% de las decisiones las empieza a tomar la parte del cerebro más primitiva, el cerebro reptiliano; y la intensidad emocional y la desregulación del sistema límbico afectará inevitablemente en todas tus experiencias y la calidad de nuestra vida.
El dolor que siente el cerebro y el dolor que sientes tú
La percepción del dolor es una experiencia subjetiva: la palabra dolor es tan amplia en su significado que probablemente todos tendremos diferentes conceptos e interpretaciones de qué es el dolor de manera individual. Con nuestras palabras estamos constantemente moldeando nuestra realidad y nuestro cerebro. Las investigaciones científicas en el campo de la neurociencia y la neuropsicología han clasificado el dolor en tres niveles:
Dolor físico: causado por enfermedad o daño físico, crónico o causal. El dolor físico es una experiencia multidimensional dado que incorpora información emocional (sistema límbico) e información sensorial (como los nociceptores nerviosos ubicados en la piel).
Dolor social: causado por sentimiento de rechazo, exclusión, separación o situaciones de pérdida importantes.
Dolor emocional: se refiere a una emoción de aversión (disfuncional o que activa fuertemente las emociones de supervivencia) productos de la pérdida. El dolor emocional no tiene la activación de los nociceptores nerviosos (receptores del dolor) en la piel y es una de sus principales diferencias con el dolor físico.
Lo cierto es que el dolor, sea cual sea su origen, deja una huella en el cerebro y activa las mismas áreas del cerebro que se activan cuando entramos en estado de alarma. Claro que la respuesta ante el dolor puede variar, y aunque no todos reaccionamos igual al mismo estímulo, algunas de las respuestas más comunes serían la parálisis, huida, rechazo, evitación, miedo o asco (et vualá: el cerebro reptiliano).
Esto se debe principalmente a la activación de la amígdala. Esta diminuta área del cerebro es la encargada de dar mensajes de alerta a la unidad cuerpo-mente bajo una situación de estrés. Como consecuencia, activa reacciones en cadena neuro-hormonales de protección, y a la gestión de las emociones básicas de supervivencia.
Las actitudes homófobas, transfobas o discriminatoria hacia la comunidad LGTB+ pueden conducir al cerebro a estar en estado de alarma y estrés constante, mitigando el potencial y las capacidades del individuo.
El problema aparece cuando este mismo estímulo doloroso se repite con el mismo patrón durante un tiempo determinado, haciendo que la intensidad emocional se eleve. Esto también se ve afectado por por la inmadurez del sistema límbico para auto-regularse adecuadamente durante los primeros 25 años de vida. Entonces se empieza a crear neuroplasticidad (de la que no mola). Así el cerebro empieza a asumir que el dolor (físico o emocional) es inminente, a sentirse que no está seguro (“lo malo viene a mí”), etiquetando estímulos no-dolorosos como dolorosos y prediciendo eventos cotidianos como potencial amenaza. Esto significa un constante estado pro-infamatorio en cada célula del cuerpo. Así es que las actitudes homófobas, transfobas o discriminatoria hacia la comunidad LGTB+ pueden conducir al cerebro a estar en estado de alarma y estrés constante, mitigando el potencial y las capacidades del individuo.
Sin embargo, existen maneras de volver al equilibrio. La meditación, el yoga, el EDMR o la práctica de la compasión han demostrado desactivar paulatinamente esta área hiperactiva y permitir que otras áreas del cerebro se desarrollen saludablemente.
Barcelona, tierra de oportunidades
Me enorgullece decir que Barcelona es una ciudad abierta y receptiva que recibe refugiados y migrantes LGBT. Personas que han tenido que irse de sus países por riesgo a su integridad físico y/o emocional. Barcelona es donde se les da la posibilidad de crecer, expresar libremente su identidad y poder llegar a expandir todo su potencial. Para ellxs es un lugar donde han son bienvenidos y aceptados. Un lugar para un cerebro integrado.
Con este texto quiero traer conciencia sobre la importancia para el cerebro de sentirse seguro. La seguridad y tranquilidad es fundamental para expresar libremente la identidad de género y la sexualidad. Además, hemos de tener en cuenta lo vital que es crecer en un ambiente de aceptación y bienvenida par el desarrollo. Es en nuestros primeros 25 años de vida cuando nuestro cerebro está particularmente susceptible a la plasticidad neuronal. Durante este periodo realmente se puede sembrar la semilla del crecimiento y expansión. La importancia de sentirnos segurxs y bienvenidxs es un derecho y una necesidad de todxs.
El mes del orgullo LGTBIQ+ sirve no solo para celebrar el logro de la sociedad, sino también para dar el espacio y el reconocimiento necesario que tiene cultivar de la aceptación y el apoyar la diversidad y la igualdad. Porque un cerebro libre e integrado es un cerebro que puede experimentar el amor, la confianza y la sorpresa.
Las fotos que han visto son producto de un proyecto para promover la integridad LGTB y visualizar organización ACATHI en Barcelona. ACATHI es una asociación de personas LGBTQI+ migrantes y refugiadas, con diversas identidades, que les ayuda en el proceso de integración y documentación.
Quiero hacer una especial mención a las dos grandes personas con quienes hemos cocreado este proyecto y quienes realmente lo han hecho posible: a mi querida amiga y artista @claudiasahuquillo y la talentosa fotógrafa @monikased. Fue linda la sinergia mágica creada esa tarde.
Luego quiero agradecer a Jake de Filipinas (@jakeofrashow), Groupie de Brazil (@940u7i3) y Silvina de El Salvador (@silvana_gonzales25) por compartir su historia y ser un ejemplo de valentía y resiliencia. ¡Los admiro profundamente! Y finalmente al equipo de @barcelonasecreta por documentar las historias de estos valientes y difundirla.
Como miembro del colectivo LGTB, deseo:
Más amor en este mundo, más cerebros libres e integrados.