La pandemia ocasionada por la covid-19 ha provocado un éxodo histórico de la gran ciudad. En una ciudad donde uno de cada dos habitantes no ha nacido en Barcelona, gran parte de su crecimiento se debe al flujo constante de población que recibía de fuera, no solo de Cataluña sino también del resto de España y otros países, un flujo que crecía de forma moderada en los últimos años, pero sin parar.
Según publicaba el diario Ara, Barcelona registraba en el mes de octubre una caída en su población del 0,8 por ciento, unos datos que no se registraban desde hacía una década. En primer lugar, el teletrabajo permite mudarse buscando un sitio más a medida cuando antes era el trabajo lo que determinaba el lugar de residencia. Son muchos quienes han decidido cambiar su casa en la gran urbe por algo más cómodo en entornos más rurales. Un claro precedente de cómo la España vacía podría estar volviéndose a llenar.
También la migración, principal influjo del crecimiento poblacional, ha caído con las restricciones globales a la movilidad. La lógica es simple, ahora llega menos gente de la que se va y los números caen. El descenso ha sido de 13.094 personas, para ser exactos. La información la da la Oficina Municipal de Datos a partir de los datos del padrón entre los meses de enero y octubre de 2020, aunque la propia oficina pide prudencia a la hora de sacar conclusiones de una radiografía hecha en un muy breve lapso de tiempo. Es decir, todavía resulta apresurado vaticinar si la caída poblacional será algo que se extienda mucho más en el tiempo.
Se calcula que entre 3.000 y 5.000 barceloneses han cambiado su empadronamiento en la ciudad de Barcelona por otros municipios catalanes. A estos habría que sumar los 3.600 decesos registrados en las fechas ya citadas.