Pongamos al refranero español como referencia para empezar a hablar de Bivio. El refranero español, decimos, es riquísimo en muchos aspectos. Uno de ellos es el de minar las ilusiones de quien quiere tenerlo todo. A saber: no se puede estar en el plato y en la tajada; no se puede estar en misa y repicando; quien mucho abarca poco aprieta; tampoco se puede tener la bota llena y la suegra borracha.
Decimos esto porque Bivio, entonces, puede ser considerado como excepción a la norma. Casi como una afrenta al refranero español. ¿Las pruebas de ello? Un comedor de estética elegante y ventanales eternos; una terraza magnética; un cóctel bar underground con techos abovedados y que hace las veces de discoteca; un dominio absoluto en la producción de cada uno de los platos.
Lo de Bivio, además, tiene doble complicación porque su situación es como la del hermano pequeño que tiene que responder después de un hermano muy responsable, muy guapo, muy estudioso y muy estupendo. La metáfora se entiende si se sabe que donde está Bivio, estuvo Can Manel, el que fuera el restaurante más antiguo del barrio. Las puertas de Can Manel estuvieron abiertas desde 1870.
Bivio se reconoce en la definición de restaurante mediterráneo. Mediterráneo, aplicado a gastronomía, es otro adjetivo poco concreto. Poco tienen en común Italia y España –gastronómicamente hablando–. Y en Bivio, la ensalada de burrata –burrata real, no mozzarella cremosa de más– y las croquetas de jamón van de la mano.
Y aunque, sí, insistimos en la idea de que abarca muchos palos –y muy bien, oye–, no hay duda de que donde Bivio aprieta es en los arroces. Contra la hegemonía del arroz radioactivo que se come en los alrededores del restaurante, la perseverancia y el resultado en la elaboración del arroz es digna de elogiar. Decimos lo de la perseverancia, básicamente, porque no hay otra palabra que defina el tiempo invertido en hacer el fumet del arroz: una semana. Una semana con sus siete días y sus siete noches.
No es casualidad que Bivio, en italiano, signifique cruce de caminos. Porque si era cierto que todos los caminos llevan a Roma, no es menos cierto que antes de llegar se han encontrado en Bivio.