Cuatro metros. Dos pasos. Un salto. Un pis pas. Un parpadeo lento. Eso es lo que se tarda en cruzar la calle más corta de Barcelona, ya que tan solo mide cuatro metros y medio. De hecho, quizás habrás pasado por allí muchas veces y ni te habrás dado cuenta de que hay una plaquita anunciando que ese pequeño paso es en realidad una calle.
Sabemos que no es ningún secreto que las calles de este barrio sean pequeñas y laberínticas, como elCarrer dels Petons, pero el carrer de l’Anisadeta se lleva el primer premio de lejos, porque es tan diminuta que parece que no tuviera ni que existir: tan solo tiene un número y un bar. Una diferencia abismal si la comparamos con la calle más larga de Barcelona, la Gran Vía de Les Corts Catalanas, que mide 13 kilómetros y es una de las más largas del país.
L’Anisadeta se encuentra justo delante de la Basílica de Santa Maria del Mar y va desde la Plaça de Santa Maria hasta los pórticos del Carrer de les Caputxes.
Cuatro metros de largo y mil años de historia
La historia de l’Anisadeta se remonta a hace más de mil años. Según Joan Amadas, uno de los grandes folkloristas y etnólogos de la cultura catalana, en el siglo X existía en la zona una taberna, «Ca n’Anisadeta», donde se servía una bebida de anís con agua, la anisadeta, de ahí el nombre.
Con el tiempo, Ca n’Anisadeta se trasladó a los pórticos vecinos de Santa Maria del Mar, donde en la actualidad se encuentra la calle más pequeña de Barcelona. Se trataba de la única taberna que había allí y los trabajadores del puerto y los obreros se reunían en el local después de trabajar, tal y como dice el Diccionari Nomenclàtor de les Vies Públiques de Barcelona: «Per una taula amb anís i aigua fresca on els obrers del port feien l’anisadeta»
La calle no siempre fue tan corta. Hubo un tiempo en que fue ligeramente más larga, debido a que tenía un pórtico con una vivienda, algo muy típico en la Barcelona medieval, que sí conserva, por ejemplo, su vecino, el Carrer de les Caputxes.