Decía el poeta romántico Gérard de Nerval que cada flor es un alma que florece en la naturaleza. Una idea demasiado bella como para ser rebatida y que cobra un significado especial con los campos de colza, tan típicos en Cataluña. Los mares de flores amarillas que pintan estos bellos paisajes, como los que encontramos por todo el Empordà, son un atractivo del periodo primaveral que nadie debería perderse.
Una escapada que merece la pena, y que no requiere de grandes esfuerzos, si acaso una sugerencia: es un terreno ideal para ir en bicicleta. Sin lugar a dudas, la llanura del Empordà se trata de un magnífico entorno para disfrutar de la naturaleza con la cima del Canigó custodiando el paisaje. La montaña salta a la vista de forma tan abrupta que durante muchos años se llegó a considerar la más alta de los Pirineos.
Y lo cierto es que no es tan descabellado pensar algo así. La llanura que rodea al Canigó contribuye a esta sensación de contraste y de desnivel. La montaña se erige por encima de los campos de colza como si de un pequeño Kilimanjaro se tratara -espero que disculpen mi osada comparación-.