La definición dada en el titular sería una buena -si no la mejor- forma de acercarse, conceptualmente, al Castillo de Castellcir. Monumento también conocido como Castillo de la popa por su evidente y manifiesto parecido con una embarcación naval.
Si nos ponemos a hacer ficción, otra forma de acercarnos a él sería diciendo que, si estuviera en California, John Ford lo habría sacado en seis de sus películas y ahora sería conocido hasta en Kuala Lumpur. Y no sólo eso, sino que estaría restauradísimo.
Pero como no ha impactado en la cultura popular como se merece (y a pesar de ser un Bien de Interés Cultural desde 1888), el estado en el que se encuentra es, como poco, precario. El castillo está en ruinas. Está en un estado de degradación avanzado. Cualquier día se vence la piedra sobre la que está levantado y ya será tarde para arrepentirse.
Quien lo visita con frecuencia lo sabe. Y es que la visita al Castillo de la popa es una de las rutas estrella de senderismo leve en la provincia de Barcelona. Leve, decimos, porque son como 4 kilómetros y se sale del pueblo de Castellcir.
Castellcir, el pueblo que bautiza el castillo, está en la comarca de Moyanés, en la zona de la Sauva Negra. A, como decíamos, poco más de 50 kilómetros de Barcelona.
El castillo fue levantado en 1014 con el fin de defender o vigilar el valle de la riera Castellcir-Tenes. Su historia es atropellada e intermitente. Los nombres de familias o personas concretas a las que ha pertenecido ha variado constantemente y ahora su dueño es Federico Torrelló i Cendra.