Algo se muere en el alma cuando un bar cierra tras casi cien años.
En las situaciones de tristeza o de ruptura con la quietud que es la normalidad, el lugar común aflora con una fuerza inusitada. Si las paredes hablaran, pienso. Si las paredes hablaran, digo, Barcelona callaría para ver lo que tienen que decir las del Bar Cosmos.
Probablemente, si las paredes del Cosmos hablaran dirían que son ellas con sus teselas quienes dan nombre al local. Y si otro elemento del mobiliario tuviera que hablar, ese elemento serían los taburetes. A quienes se les preguntaría el porqué de los clavos que los anclan al suelo: para que los soldados de la Sexta Flora no los usaran en posibles peleas, eso es lo que dirían.
Testigo y vestigio de una Barcelona tan desconocida como desaparecida: el Bar Cosmos es (ha sido) la imagen de la Barcelona arrabalera, de la Barcelona preolímpica, de la Barcelona que recibía a los marines norteamericanos como Berlanga en su película (“Americanos llegan a España guapos y sanos”) y de otras muchas Barcelonas que ya no existen.
¿Las razones del cierre de un local que abrió en 1927? Las mismas de siempre: económicas. Aunque el motivo concreto, en función de quien lo ha preguntado, varía. “La propiedad no puede asumir la subida del alquiler”, dice Time Out; “Es por las obras de remodelación del edificio”, dice El Periódico; “está desfasado, necesita inversión y nosotros no podemos”, dice El País. Sea por una de las razones o por una conjunción de todas, lo único que importa es el luto.
Como cuando despiden a una amiga del trabajo y tu visión sobre el sustituto está sesgada por el hueco que ha dejado la anterior: así es como nos sentiremos ante el nuevo local que ocupe este espacio.