Los restaurantes de barrio son esos lugares a los que siempre quieres volver. Hacen que te sientas como en casa entre tanta modernez y novedad. Te reciben con los brazos abiertos y según y cómo podrías pasarte todo el día entre sus cuatro paredes. Ahora un café con leche y bocadillo, ahora un cocido, ahora un tapeo para cenar.
Por eso, cuando uno de ellos cierra da más pena que indiferencia. Tras varios meses de pandemia, dos de los locales más míticos del Raval han tenido que cerrar definitivamente. Son Can Lluís y Romesco, emblemas del barrio que llevaban abiertos desde hacía años y donde sentarse a comer era un lujo a precio modesto. Desde aquí queremos rendir un pequeño homenaje a estos dos locales.
Situado en el calle de la Cera, Can Lluís abrió sus puertas en 1929. Lluís Rodríguez y Elisa Vilaplana fundaron este pequeño negocio que inicialmente era una fonda conocida con el nombre de “Can Mosques” (ya que en verano había grandes cantidades bacalao fresco que las atraían). Un local familiar con platos de toda la vida que ha sabido mantener su esencia durante todos estos años.
Romesco ofrecía menús inmejorables con carnes y pescados de calidad a precios muy económicos. Todo un lujo difícil de encontrar. Situado en la calle Sant Pau, eran típicos de allí los calamares, el atún a la plancha o, atención carnívoros, el cordero al horno. Un ambiente familiar que respiraba buen rollo, y es que antes de irte ya lo echabas de menos.