¿Te imaginas estar viendo una película y que de repente se ponga a llover en la sala?
Hay algo de optimismo y otro tanto de engaño a la hora de nombrar según qué nuevas tecnologías. Por ejemplo, el cine en 3D. El cine en 3D no existe: para que Avatar fuese en 3D haría falta profundidad, pero, claro, ofrecer el producto como “cine con aparente ilusión de tres dimensiones” no vende.
Con el cine en 4D pasa tres cuartos de lo mismo: si la cuarta dimensión es un concepto de la ciencia ficción, ¿cómo va a tener sentido real?
Bueno, sea como fuere y llamemos como lo llamemos, el cine inmersivo aterrizó en Barcelona en noviembre. Y es que la primera sala 4DX de Cataluña (insistimos, se llama así, pero de 4D tiene solo el concepto marketiniano) está en los cines Filmax Gran Vía de l’Hospitalet de Llobregat.
Ahora bien, que el concepto no sea fidedigno a la realidad a la que alude no implica que no esté guapísimo. En el caso de estos cines, hay hasta 21 efectos –aire, agua, calor, aromas, niebla, viento, rayos, burbujas…– que hacen más espectacular la experiencia cinematográfica. De hecho, estas salas son las primeras de España con efecto calor.
Parece evidente que esta forma de ver cine tiene sentido para quienes no tienen suficiente con una película bien dirigida, con una buena fotografía, un guion perfectamente orquestado y unos actores de primer nivel. Y este valor añadido se paga: las entradas cuestan 14,90€ y, bueno, como experiencia novedosa y no recurrente, puede