El claustro de la Parroquia Santa Anna es uno de esos sitios desconocidos y a la vista de todos.
En el hipotético e improbable caso de que algún día dirigiera una película de acción en Barcelona, no faltaría la siguiente secuencia: un personaje huye de los malos y el perseguido, a quien están persiguiendo por la zona de plaza Cataluña, se refugia en el sitio referido en el titular. En el claustro de la Parroquia Santa Anna.
Haría que el personaje bajase corriendo por Puerta del Ángel (todo en plano secuencia) y que se metiera la primera a la derecha (calle Santa Anna) y haría que entrase en el número 29. Y que ahí se sorprendiera y que la propia cara del actor dijera algo así como: “No me puedo creer que en el puto centro de Barcelona me haya encontrado con un claustro gótico (vacío) que empezó a construirse en el siglo XII”. (Sí, confío bastante en los registros del posible actor de la imposible película).
La parroquia, que abre de 9 a 13 y de 18:30 a 20, es eso: una parroquia, pero el gran interés (o el punto en el que se focaliza todo mi interés) es el claustro. Un claustro que, como dice la cara de mi actor, es de inspiración gótica. No es que desmerezca el interior de la iglesia. A saber, según este artículo de el Nacional, aquí dentro se custodian obras de Pere Pruna, discípulo de Picasso. No desmerezco nada, digo, pero es que el claustro es, en palabras millennials (que es lo que soy), otro rollo.