La situación es idéntica a la experimentada en el control de seguridad de un aeropuerto: uno hace cola para entrar en el lugar y, de manera aleatoria, los responsables de la seguridad del sitio se encargan de poner en marcha el protocolo.
Un espray o una toallita por las manos y por zonas susceptibles de haber entrado en contacto con drogas y ya se puede conocer casi hasta lo que tocaste en tu primera comunión.
El desencadenante de esta situación han sido las consecuencias de la redada efectuada el 26 de noviembre de 2016 por la Guardia Urbana y los Mossos en la discoteca Up & Down. Como resultado de la inspección, se descubrió droga entre ocho de sus asistentes.
La discoteca fue acusada por los órganos correspondiente de mostrar aquiescencia, connivencia o, en suma, permisividad a la entrada de droga en su local. Y, de hecho, las autoridades intentaron imponer una sanción: su clausura durante 181 días.
Ahora, para mostrar la intolerancia de las discotecas hacia el consumo de drogas dentro de sus locales, una serie de clubs nocturnos se han puesto las pilas. Así lo anunció el lunes Fecasarm (la Federación Catalana de Asociaciones de Actividades de Restauración y Musicales). En declaraciones a EFE dijeron que este nuevo sistema “deja del todo claro y patente que el local hace todo lo posible para evitar que entren drogas en su interior”.
Algunos de los clubs que ya lo han puesto en práctica son Pacha, Shoko, Carpe Diem, Agua, Icebar, Bestial y Opium. También Otto, Papillon Club y la mencionada Up & Down.