Uno de los bares más míticos de Barcelona. Una tasca de toda la vida que abrió en 1945 y que hoy destaca por mantener su autenticidad en una ciudad donde tantos otros tienden a la homogeneización.
La Cova Fumada (Carrer del Baluard, 56) sería una buena taberna en cualquier otro pueblo de Catalunya, o en cualquier barrio alejado del centro, pero en La Barceloneta un bar como este cumple una doble misión: satisfacer la voluntad de cazatesoros del turista y nutrir de unicidad, calidad, buenos precios y algo de nostalgia al autóctono.
Este bareto, siempre lleno y con horarios difíciles de entender, es un festival de tapas y cada una es mejor que la anterior. Sus alcachofas, su ensaladilla, sus sardinas o su calamar encebollado son imprescindibles, pero si por algo se conoce popularmente a La Cova Fumada es por ostentar el título de haber inventado la bomba de La Barceloneta.
Josep María, uno de sus dueños, nos cuenta que fue su abuela la que dio con la clave después de muchos intentos por conseguir una croqueta de patata, y su padre fue quien preparó la salsa picante que se le tira por encima. Esta suerte de croqueta de patata no es otra cosa que una cremosísima masa de patata rellena de carne picada que se empana y se fríe para luego colocarle encima un pegotón de alioli y un toque picantón. Cada una de ellas vale dos euros.
Tener todavía tan a mano un lugar como este, donde la cuenta se suma escribiendo con lápiz sobre la barra del bar, es un lujo que solo se aprecia cuando nos falta.