
[Por el momento el acceso a las cuevas ha sido restringido]
Es inevitable acudir al chovinismo y a la comparación internacional a la hora de comentar según qué cosas. Cosas como por ejemplo las Cuevas de Can Riera. Si estas cuevas estuvieran en Estados Unidos serían patrimonio de la humanidad y John Ford hubiera ambientado en ellas cuatro películas.
Pero como no es el caso, como somos un poco cainitas y como las Cuevas de Can Riera están en Barcelona, llegar a ellas es hasta difícil (la señalización no facilita la posibilidad de encontrarlas) y hay algún que otro incívico que pinta las paredes de la cueva y que tira plásticos y todo tipo de basuras allí donde le place.
La excursión a las Cuevas de Can Riera se presenta como un plan dominguero fabuloso: a apenas media hora en coche de Barcelona, la llegada a Torrelles de Llobregat es bastante accesible. Desde que se aparca hasta que se hace la ruta y se llega al punto inicial –la ruta es semicircular– se han recorrido unos 12 kilómetros, pero el terreno no es precisamente plano y plácido. De hecho, no es aconsejable hacer la excursión en camisa, chinos y náuticos porque te vas a manchar.
Y te vas a manchar porque las paredes de las Cuevas de Can Riera son areniscas. Aunque ese es solo uno de los adjetivos que le pueden acompañar. Otros serían surrealistas, imposibles, oníricas, mágicas, dalinianas: el paso de los años, de la lluvia y del viento hacen de las cuevas un lugar susceptible de ir acompañada de esos objetivos.