La respuesta, como en todas las historias que molan, reposa en la cultura popular.
Culés, una pintoresca deformación fonética
Si en alguna ocasión hemos hablado de la inclinación escatológica de cierta parte de la idiosincrasia catalana (el caganer es el máximo referente de esto que comentamos), esta historia vendría a reivindicar la idea. La fascinación que sentimos es digna de ser recordada.
A saber, entre 1909 y 1922, el campo de fútbol del Barça estaba en la Calle Industria. Ese campo, huelga decirlo, era bastante más pequeño que el actual Camp Nou. Vaya, que apenas era una tribuna de dos pisos con algunas hileras de banco. Apenas seis mil personas cabían.
El caso es que en esta segunda década del siglo XX, la popularidad del Barcelona estaba en auge. Tanto era así que los barcelonistas –todavía barcelonistas- se sentaban en el borde del murete que implicaba la separación entre la acera y el estadio. Vamos, que los viandantes podían ver desde ahí abajo el culo de quien tuviera a bien sentarse en esa zona.
Tan popular se hizo esta hilarante (para quien le hiciera gracia, claro) y surrealista situación, que los aficionados empezaron a ser conocidos como els del cul, como els culers. La evolución fonética hizo el resto y pasaron a ser llamados culés.
Periquitos de azul y blanco
Mientras que en el caso del equipo blaugrana hay cierto consenso, en el de los de Cornellà existe una dualidad teórica. Cabe aclarar que el término varía y hay quien les llama perico y quien les llama periquitos. Habitualmente perico suele ser para referirse a los jugadores. Y periquitos es casi el gentilicio que reciben los aficionados.
La primera historia alude a la presencia de este pájaro, del periquito, en el espacio aéreo del Estadio de Sarrià: el campo en el que jugó el Espanyol entre 1923 y 1997. Según aseguraría la leyenda (de quien ya se sabe que es mentirosa y caprichosa), dicho campo estaría llenísimo de dichos pájaros.
La segunda historia, la que compran desde el españolismo, alude a un semanario satírico: Xut!. Se editaba en catalán y estaba dedicado a emas deportivos. La vaina es que Valenti Castanys, dibujante y director, representaba a los seguidores del Espanyol como cuatro gatos negros en doble metáfora visual. Los aficionados eran, literariamente, cuatro gatos. Y, además, tenían mala suerte.
La historia continua con que a finales de los veinte se popularizaron las pelis de Felix el gato, que al catalán se tradujeron como gat peric o gato periquito. El parecido entre los gatos de Castanys y la animación eran más que evidentes. De ahí que se trazara la metonimia.
En cualquier caso, no deja de ser curioso que un episodio de mofa, sorna y humillación si se quiere haya pasado a erigirse en seña de identidad y proyección de uno de los equipos con más temporadas históricas de España.