La fama convierte a las personas, a veces, en auténticos personajes. Tanto que a ratos no sabes distinguir lo real del postureo. Es de conocimiento general que en la música esa habilidad se potencia por mil. Y claro, curiosidades y anécdotas comienzan a salir como un volcán en erupción. Estas son siete extrañezas de músicos en nuestra ciudad.
1. Un Sex Pistol en la Plaça del Regomir
Era 1992 cuando Paul Cook, el batería de los Sex Pistols, se trasladó a Barcelona y abrió una tienda de ropa en el número 5 de la Plaça del Regomir junto a un amigo. Así nació “Planet Earth”, tienda ya desaparecida que durante un tiempo fue un lugar de peregrinaje del fan fetichista del autógrafo.
2. Chuck Berry, un peligro al volante
Uno de los pioneros del rock era también uno de los músicos más difíciles de llevar, y la edad no le hacía mejorar en eso tampoco. Chuck Berry dio tres conciertos en Barcelona, uno en 1982, otro en 1987 y el último en 1990. Pero en esta ocasión nos vamos a centrar en este último que se celebró en el Velódromo de Horta y que casi le cuesta el concierto a la estrella norteamericana si llega a tener un poco menos de suerte.
¿Qué pasó? Pues que ni corto ni perezoso el músico quería ir a su propio concierto en coche. Hasta aquí bien. Sin chófer. Nada del otro mundo. El problema es que Chuck Berry no tenía, ni nunca tuvo, carnet de conducir. Pero era eso o no tocaba. Total, le dieron un Mercedes y allá se hizo él a la carretera. Menos mal que no se encontró con ningún control, o el chiste hubiera sido antológico.
3. Rod Stewart tocaba en el metro y no se llevaba muy bien con la autoridad
Hay una falsa leyenda urbana que cuenta que el genio del rock intentó jugar en el FC Barcelona, aunque él mismo lo ha desmentido alguna vez. Lo que sí es cierto es que antes de que la fama lo engullera entre masas, flashes y focos estuvo probando suerte con su música en el metro de Barcelona. De hecho, sus continuos problemas con la policía acabarían en su expulsión de España.
4 – Adele y la habitación bañada en sangre
Dejamos que os lo cuente ella: «Os voy a contar una historia. La última vez que canté en Barcelona, la noche antes del concierto, me tomé ocho pelotazos de sangría y me llevé dos botellas de vino al hotel. En esa época me lo bebía todo. Al despertar, la habitación estaba bañada en sangre. Luego supe que lo que pasó fue que vomité a lo bestia y la sangría quedó esparcida por toda la habitación».
5 – Cuando Iggy Pop pidió un vaso de sangre en un bar
Con Iggy Pop se podrían escribir mil libros y nos quedaríamos cortos. Bueno, todo internet se quedaría corto para el mito viviente de Michigan. Pero una de sus anécdotas más rocambolescas tuvo lugar en nuestra ciudad. Fue en un bar donde el padrino del punk se pidió un vaso de sangre. Como el camarero no estaba por la labor de saltarse el menú a la torera y menos con tal cosa, Iggy se pidió un vaso de leche y dos bistecs crudos. Ni corto ni perezoso escurrió los bistecs dentro del vaso y para adentro. A estas alturas, no creo que sorprenda a nadie, pero en 1978 en Barcelona puede que más de uno se quedara de piedra con la estampa.
6 – Dos Rolling Stones, dos chicas y un soborno.
Cuando estás en la cresta de la ola, eres un músico consagrado y tus preocupaciones económicas no existen, tu único objetivo es pasarlo bien. Eso querían hacer los dos componentes de la mítica The Rolling Stones, Mick Jagger y Ronnie Wood, que en compañía de dos chicas entraron en el Princesa Sofia (donde se alojaban) después de su concierto en la Monumental en 1976. Pero por entonces no se podía compartir cama en un hotel sin estar casado y el recepcionista quería ver el libro de familia. Lo que vio, y muy contento por ello, fueron 2.000 pesetas de manos del promotor Gay Mercader. Las chicas se convirtieron ipso facto en seres invisibles y pudieron continuar la marcha.
7 – La cena de bogavantes que se les atragantó a los Red Hot Chili Peppers
En 2006 los Red Hot Chili Peppers fueron a comer al Botafumeiro en el Carrer Gran de Gràcia. A los cocineros del restaurante no se les ocurrió otra cosa que llevar bogavantes vivos a la mesa antes de cocinarlos para que sus comensales estrellas dieran buena fe de la calidad del producto. Pero no contaban con Anthony Kiedis, que no come animales. Ni corto ni perezoso preguntó a los camareros que, ya que estaban, por qué no les ponían nombres.
Fuente foto de portada: stv.tv