La historia de Álex Roca es una de esas que merece ser contadas.
Álex Roca llegaba, cruzaba la línea de meta, acababa de correr 21 kilómetros y los asistentes se deshacían en aplausos, coreaban su nombre y no paraban de agasajarle. Ya lo hacían durante la carrera, pero una vez acabada, lo hacían con más sentido si cabe. Álex Roca tiene el 76% de discapacidad y ha acabado la media maratón de Barcelona.
Hay pocas historias que verdaderamente merezcan ser tan contadas como la de Álex Roca: a los 6 meses sufrió una parálisis cerebral, los médicos dijeron que tenía dos opciones (morir o quedarse en estado vegetativo) y este fin de semana ha acabado la media maratón de Barcelona.
¿Qué ha ocurrido entre medias? Esfuerzo, mucho esfuerzo.
Ahora bien, que la historia sea elogiable, emotiva y pueda ir acompañada de un sinfín de adjetivos positivos más no significa que deba ser necesaria (y obligatoriamente) reproducible. De hecho, el relato de Álex es una buena ocasión para elogiar su vida y su forma de asumirla, pero también para recordar que es malsano crear dogmas a partir de historias como esta.
Es una buena ocasión, de hecho, para recomendar este artículo de Valentina Raffio en El Periódico. Y para destacar estas declaraciones de Juan Carlos Siurana, experto en ética: “El pensamiento positivo y la idea de autoayuda parten de la peligrosa premisa de que tú eres el único responsable de tu condición y que, en cierta manera, todo lo que te ocurre o te deja de ocurrir es únicamente tu culpa”.
Que las estructuras existen y que las barreras están para romperse, pero no siempre uno tiene la fuerza (la fuerza, no la voluntad) necesaria para quebrarlas.