La Expo del 92 se convirtió en una auténtica efemérides para la ciudad hispalense. 215 hectáreas de modernidad y vanguardia que acogieron a 15,5 millones de visitantes. En concreto, contó con un presupuesto de 1104 millones de euros para sacarle brillo a la ciudad en un evento que cambiaría para siempre la imagen que desde fuera se tenía de Sevilla. Y de Andalucía.
Es posible que así fuera aunque, 28 años después de aquello, la Isla de la Cartuja luce una apariencia bien distinta. Los pabellones quedaron demolidos o abandonados a su suerte y se desmantelaron muchas de las infraestructuras que se crearon para dicho propósito. Poco se ha conservado del crisol artístico y el intercambio cultural que tuvo lugar cruzando el Guadalquivir.
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¿Qué fue de Curro?
El protagonista de aquel momento se convirtió en todo un icono y que todavía forma parte de nuestro imaginario colectivo. Curro, la mascota de la Expo del 92 podía verse en cada rincón de la ciudad y en cada producto de merchandising.
Hoy sobrevive en Romano Antigüedades, en Alcalá de Guadaíra, junto a otros elementos que conformaron la Exposición Universal. Más de cien Curros se encuentran hacinados en el popular «Cementerio de los Curros», todavía sonriendo y saludando a quienes se pasan a recordar a esta carismática figura. En concreto, son parte de los balancines para niños instalados a lo largo de la Cartuja y que, por entonces, tuvieron bastante éxito. Funcionaban insertando una moneda de cien pesetas y tanto el asiento donde iba subido el niño como el propio Curro se mecían a la par.
Algunas máquinas todavía funcionan y están a la venta. Y es que si queda algún superviviente del mayor acontecimiento que ha acogido la ciudad, ese es Curro.