En el carrer de Ganduxer, 85 está una de las obras quizás menos conocidas de Antoni Gaudí.
Ocurre en cualquier disciplina. Habrá quien diga que Malas Calles es una peli menor de Scorsese, quien opine que Estrella Distante es un libro menor de Roberto Bolaño y quien pierda el brazo por decir que GN’R Lies es un disco menor de Guns and Roses. Y con el adjetivo “menor”, en cualquiera de los casos, no se estará diciendo nada. O quizás sí, quizás lo que se está diciendo es que cuando se concibió x, x no tuvo la repercusión mediática de obras posteriores.
Esa puede ser la principal razón por la que el Colegio de las Teresianas no esté a la altura –en cuanto a conocimiento popular– de, no sé, el Park Güell, la Casa Batlló o La Pedrera. Aunque otro motivo también puede ser que las visitas al edificio son un rara avis: para verlo por dentro hay que concertar una visita o esperar a que sea una jornada de puertas abiertas. No es tan fácil como llegar, pagar tu tique y entrar a verlo.
Otra razón, aunque esta es más improbable, puede ser la presupuestaria. Gaudí proyectó el Colegio de las Teresianas con una financiación de cuatro duros. Lo normal, vaya, si tenemos en cuenta que el espíritu de la congregación de las Teresianas reposa sobre la austeridad.
Bajo ese principio, el de austeridad, quiso Enric d’Ossó –fundador de la congregación– que se proyectara la edificación. Y Gaudí así lo aceptó. Si no había dinero, el material de la fachada sería –y fue– ladrillo y piedra triturada, los materiales más baratos. No fue la austeridad la única imposición de d’Ossó quien, según cuentan los historiadores, era de naturaleza insistente. De hecho, ha trascendido una conversación derivada de la turra del padre. Gaudí debió decir: “Cada cual a lo suyo, mosén Enrique; yo a hacer casas, usted a hacer misas”.
Poca queja podía tener mosén Enrique: el mejor arquitecto de la época estaba al servicio de una edificación con un presupuesto irrisorio. Poca queja pudo tener cuando se terminó de construir el colegio. Gaudí lo concibió como un castillo neogótico con ornamentación mínima y austera y siempre simbólica –véase la presencia de la T de Teresa entre las alamenas y hasta en la forma de los picaportes.
Otra razón por la que pueda haber quien hable de obra menor al referirse al Colegio de las Teresianas podría ser el origen de la obra. Gaudí no estuvo metido en el proyecto desde el primer momento. De hecho, la obra se cimentó sobre los cimientos –valga la redundancia– de un proyecto que empezó Joan Pons Trabal.
El edificio, aun en 2019, sigue funcionando a pleno rendimiento –de ahí que la visita presente sus complicaciones– y lleva así casi 130 años. El edificio se empezó a construir en 1888 –en plena Exposición Internacional!– y terminó de construirse en 1890.
Sea como fuere, el Colegio de las Teresianas es una obra fundamental para entender a Gaudí. Igual que el Periodo Azul de Picasso es fundamental para entender el Cubismo, el periodo Neogótico de Gaudí es clave para entender el modernismo. El Colegio de las Teresianas es clave para entender el modernismo.