«Si lo planeo, no me sale», confiesa María Rufilanchas. Lo que piensa que no le hubiera salido es conseguir tanta notoriedad con sus diseños de camisetas: dos pechos dibujados con trazo simple sobre una camiseta lisa.
María es publicista, responsable del estudio de publicidad Molaría. Pero después de tener que trabajar unos años sola en casa decide que no puede soportar eso de currar en pijama (cualquiera que haya hecho la prueba lo entendería), así que decide montar su propio coworking, uno de esos espacios donde trabajadores de distintas disciplinas se reúnen para trabajar juntos y evitar que el salón de casa les absorba.
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Pensó en llamarlo «Teta», por aquello de «pasarlo teta», pero estaban todos los dominios cogidos. Teta.es, teta.com, teta.org, así que optó por Teta&Teta, a lo Saatchi&Saatchi. «Una teta por pasarlo bien y otra por trabajar todos juntos y mamar unos de otros. Al final tiene más sentido, tenemos dos tetas», señala María.
No había una intencionalidad reivindicativa, no se trataba de feminismo, sino de dar visibilidad a Teta&Teta. Dos tetas en una camiseta y ya está. Sin intención de generar una marca, sin pretender conseguir más de 36.000 seguidores en Instagram. Pero la iniciativa coincidió con una popularización creciente de un feminismo tornado en ideología de masas, una corriente de pensamiento enriquecedora, diversa y cargada de lucha histórica que la trivialidad de las redes sociales y los grandes emporios de la moda banalizan con sus eslóganes y sus estampados. También coincidió con el movimiento Free the Nipple y entonces María entendió que la relación entre la lucha de las mujeres y Teta&Teta podía tener algo de simbiosis.
María dice que no tuvo problemas para registrar su marca en la OEPM (Organización Española de Patentes y Marcas), pero nos cuenta el caso de la responsable de Sesión Teta, «una señora encantadora jubilada que tiene una acción superbonita que lo que hace es reunir a madres que dan el pecho para que puedan ir al cine. Nos contó que fueron a registrarlo y la OPEM no le dejaba registrar el nombre ‘sesión teta’. Al final lo lograron, pero para que veas: la palabra teta está totalmente sexualizada».
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Y sin poder sacarse las tetas de la cabeza, María debió pensar qué pasaba con todas esas madres que no podían dar de mamar a su hijo en cualquier sitio donde la más absoluta biología lo requiriese, porque el hambre no entiende de pudores ni moralinas. María empezó a leer, a observar, a preguntarse quizá dónde le gustaría a ella dar de mamar si tuviera que hacerlo, o cómo se sentiría si algún imbécil se le quedara mirando por usar una teta para su misión más elemental. «Hay mucha gente que ve provocación o erotismo en una madre que se saca una teta para dar de mamar a su hija, y aunque parezca que está normalizado, no lo está. Creo que el 65 por ciento de las mujeres se sienten incómodas. Hay mucha mirada, hay insultos. En el Museo de el Prado echaron a una mujer por dar de mamar con La maja desnuda detrás; en el Museo Picasso echaron a otra mujer diciendo que era para preservar las obras, como si la leche saliera propulsada de la teta», explica María.
La AEP (Asociación Española de Pediatría) dice lo siguiente al respecto: «La alimentación al pecho funciona de un modo óptimo cuando se realiza a demanda. Por ello, se recomienda ofrecer el pecho al bebé cuando éste lo pida y durante el tiempo que quiera, hasta que lo suelte espontáneamente. De este modo se regula la producción de leche según las necesidades del niño, se asegura la ingesta de leche del inicio y del final de la toma, cuya composición es diferente, y se logra un buen vaciamiento del pecho, evitando un excesivo acúmulo de leche que puede ocasionar ingurgitación y mastitis. Muchos niños, además de alimento, buscan consuelo en el pecho de su madre. Un bebé que llora y que demanda ser amamantado necesita a su madre. Retrasar innecesariamente el momento de la toma causa un sufrimiento evitable tanto para el bebé como para su madre». Pues eso.
Decidió entonces abrir las puertas de su coworking a toda aquella madre que quisiera dar de mamar a su hijo lejos de la lluvia, el ruido o la contaminación. Y luego hizo las pegatinas, para que los locales y negocios que lo deseasen se sumaran a la iniciativa. «Es como si miraras mal a alguien que va comiendo por la calle. El problema es la sexualización de la mujer. Es que dar de mamar es un derecho. También te digo que hay un vacío legal: no hay una norma que la prohiba pero tampoco una que la proteja. Entonces los locales se reservan el derecho de admisión. En EEUU echaron a una mujer del avión por dar el pecho«, cuenta.
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«Normalmente son locales pequeños porque no tengo tiempo, pero la pelea está en los espacios públicos, no en la tiendecita mona detrás de Chueca, que está muy bien, todo el que se sume, suma, pero el aspecto sensible son los sitios públicos. Suelen ser lo locales los que vienen a mí pero nos ha pasado que nos digan que no, que ‘me ensucia el escaparate’, que ‘no es necesario’, ‘uy no, si yo no dejo cambiar aquí un pañal cómo voy a dejar que se saquen la teta’… Eso es lo difícil de cambiar», sentencia María. Ahora andan buscando alguien que les diseñe una app que permita a las madres geolocalizar los espacios donde saben con seguridad que podrán dar de mamar a gusto. Una suerte de Google Maps de la lactancia en público.
Desde luego las salas de lactancia no son la solución para María. «Primark también tuvo lío y al final ¿qué ha hecho? Una sala de lactancia, pero para mí es esconder un problema, es meterlo debajo de la alfombra». Tampoco ayudan ninguna de esas redes sociales que censuran pezones pero permiten otras tantas cosas.
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