Hay figuras que son dignas de estudio, como la Castanyera.
Primero, antes que nada, dale al play:
¿Qué sientes? Supongo que una de las primeras palabras que se te vienen a la cabeza es nostalgia. Nostalgia por esa infancia que se nos fue y parece que ya no podemos atrapar. Es normal, pasa con esta y con cualquier canción que escuchamos en nuestra niñez y recuperamos después de tanto tiempo.
Pero no es eso solo, ¿verdad? Hay cierta fascinación, cierto misticismo en torno a la figura de La Castanyera. ¿Quién es ese personaje? ¿De dónde viene? ¿Por qué narices la camisa le queda pequeña y la falda le hace campana? Nosotros nos quedamos absortos en la letra y la escuchamos una y otra vez. Y mira que es una tontería, pero no hemos podido evitar investigar.
Descubriendo a La Castanyera
Más perturbador es que es más fácil encontrar en internet un juego para vestirla aparentemente educativo (no es coña, y dudosamente apto para todos los públicos) que los orígenes de la figura. Así que nos hemos puesto a pensar y hemos concluido todo esto:
– A la castanyera le regalan la ropa, o desde luego tiene un pésimo sentido común a la hora de seleccionarla. O su lavadora se la ha liado parda. Porque no da una. Lo que nos extraña es que no lleve zapatos de payaso puestos, ya que estamos.
– Para su edad, está hecha una jabata. Montaña para arriba, montaña para abajo. Tiene más resistencia que muchos atletas olímpicos. De hecho, ¿por qué no la mandamos a competir en marcha? Yo creo que daría el callo.
– Le va la marcha. Y mucho. ¿O qué mujer de su edad se pondría a girar así?
– Y desde luego, tiene que estar forrada. Porque vender castañas en la plaza es tener una ubicación comparable a la de Amancio Ortega. ¿Cuánta gente le comprará?
– ¡Que nos aspen si sus castañas no son las mejores que hemos probado nunca!
Sea como sea, nosotros la seguiremos queriendo igual. Y nuestros hijos seguirán bailando con ella. ¿O no?