Espectacular es un adjetivo bastante vacío, bastante manoseado. Y más teniendo en cuenta todos los que se pueden usar para definir la Escalera del Entendimiento. Podríamos decir, no sé, que son increíbles –vacío– o extraordinarias –vacío– o singulares –vacío. Podríamos decir mil cosas, pero lo importante es contar algo de las escaleras y no tanto adjetivarlas.
La Escalera del entendimiento, así se llama esta sucesión de ocho bloques (¡ocho paralelepípedos!), está en Montserrat. Concretamente en la plaça dels Apòstols del recinto monástico. (He aquí una razón de la espectacularidad comentada, su ubicación).
Tal es la sorpresa que causa el mamotreto en quien lo ve que, como poseído, trata de subir los peldaños –en total mide 8,7 metros– para ser fotografiado. O para fotografiar. Poco importan las razones si tu vida está en juego y el monumento en peligro. Será por esto por lo que la Escalera del entendimiento está rodeada de carteles disuasorios con la frase “Por favor, no suban al monumento”.
El lector atento habrá deducido que la utilidad del monumento es artística. Y que tiene que subyacer un sentido simbólico. Y que ambas cuestiones se solapan.
La construcción homenajea a Ramón Llull. Es por eso por lo que la Escalera del entendimiento también es conocida como Monumento a Ramón Llull. Ramón Llull (1232-1316) fue un hombre de vida espiritual intensa (por no decir un cristiano recalcitrante) y pensó mucho y bien.
Uno de sus pensamientos es lo que representa la Escalera del entendimiento. No es azar que sean ocho los bloques que la integran. No, señor. Cada piedra representa un ser o un elemento: piedra, llama, planta, animal, hombre, cielo, ángel y Dios. Y los elementos están dispuestos jerárquicamente según su utilidad. Es decir, representan a distintos seres de la creación. Desde el más material hasta el más espiritual. Desde la piedra hasta Dios.