Y, encarnando el papel de cuñado o graciosillo, la respuesta al titular continuaría así: “Pues ahora ya lo sabes”.
El caso es que esta estatua, la de Anna Frank, tiene (puesto en años de personas) tres años menos que, por ejemplo, Mbappé. Es decir, que si no sabías que Barcelona tiene una estatua de Anna Frank es por una de estas razones: porque no te has fijado o porque la has visto y no la has identificado como Anna Frank o porque no has pasado por ahí. No es porque sea una novedad.
Traduciendo la edad a los no futboleros: la estatua es de 2001 y preside (por su disposición o postura quedaría mejor decir que se asoma) la plaza homónima.
La escultura o estatua, ahí ya cada cual en la dimensión a la que la quiera relegar, está hecha en bronce. Su autora es Sara Pons Arnal y la representa en pose de lectura de su diario. Además, está acompañada de la siguiente leyenda: Cuando ya ni los nombres quedan de / los verdugos. Ella sigue viviendo. / Pero que nunca vuelva aquella larga / sombra y el torrente de sangre y llanto / y barro y luto que ahogó tanta belleza / cuyo símbolo era una muchacha en flor. / Sara Pons Arnal. Gener 2001.
Su ubicación es la Plaza Anna Frank, sí, pero más concretamente cabe decir que el lugar en el que está es la entrada del Centro Artesano Tradicionàrius (conocido también como la casa de la música tradicional) del barrio de Gràcia. Al lado del metro de Fontana, bajando por la Travessia de Sant Antoni.
Retomando lo que decíamos al principio: puedes haber pasado por ahí delante miles de veces y no haber reparado en ella. Sea porque esté escondida o porque se ha mimetizado con el barrio.
Así que, a partir de ahora, ya conoces la historia. Cuando pases por delante sabrás que Barcelona también rinde su particular homenaje a una escritora valiente en el ostracismo, sencilla en su escritura, publicada por su padre y reconocida literariamente cuando acabó el holocausto.