¿Cuántas veces has visto la imagen en el cine de un barco llegando a Estados Unidos y recibiendo el saludo de la estatua de la Libertad? Seguro cientos. El monumento, un regalo de Francia por el centenario de la independencia de Estados Unidos, se ha convertido en un símbolo no solo de Nueva York ni del país americano, sino de la libertad como concepto. Porque todo país, como toda narración, se construye sobre símbolos.
La estatua fue diseñada por el escultor Auguste Bartholdi y se sitúa desde 1886 en la entrada del puerto de Nueva York, en Liberty Island. Pero la imponente escultura, de 46 metros de altura, no es hija única. Tiene unas cuantas hermanas pequeñas repartidas por el mundo y una de ellas está en Barcelona.
Pero yo nunca he visto una estatua de la libertad en Barna y creo que sería bastante fácil notar su presencia en la calle, te estarás preguntando. Quizás sea porque no es exactamente lo que te imaginas. Nuestra estatua de la libertad ni mide 46 metros ni está al aire libre, sino que mide dos metros y se encuentra escondida en el interior de la Biblioteca Arús, la primera biblioteca pública de Barcelona. ¡Y lleva ahí 122 años!
Nuestra estatua de la libertad es una réplica en pequeña escala, pero casi idéntica. Digo «casi» porque hay un pequeño factor diferente, y es que en el libro que sujeta con su mano izquierda no pone lo mismo que en su homóloga neoyorkina (la fecha de la independencia estadounidense) sino que están grabadas las palabras «Anima Libertas» (libertad del alma, en latín), una alusión quizá a la libertad que aflora del conocimiento que adquiere el visitante entre los cientos de libros de la biblioteca.
Hay otra teoría, relacionada con la tendencia masónica de los padres de la criatura. Solo podría responder a esta duda su escultor, Manuel Fuxà i Leal, quien recibió el encargo y contó con la ayuda del italiano Odoardo Luis Razzauti para pasar su modelo a bronce.
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