No hace falta que leas más si no quieres: la estrella de David indica que el suelo que pisas fue Camposanto, fue el cementerio judío de Barcelona.
Siéntate si estás de pie, respira hondo, tómate un Valium si eres propenso a alterarte con las noticias fuertes, expira. Ahora lee atentamente: Montjuïc toma su nombre del catalán antiguo. La primera parte de la palabra significa “monte”; la segunda, “judío”.
¿Qué?, ¿demasiadas emociones fuertes por hoy?
Por contextualizar un poco, te diremos que la Barcelona del siglo IX tenía treinta mil habitantes, de los cuales cuatro mil eran judíos. Éstos, como en casi todas las ciudades europeas, vivían entre correligionarios en el barrio judío. Un barrio que en 2018 se conoce con otro nombre, con el de Barrio Gótico. Empezó a ser conocido así a partir de la revuelta antijudía de 1391, pero de eso hablaremos un poco más adelante.
Los judíos, como el resto de paisanos y como también ocurre actualmente, morían. Y, como tal, tenían un cuerpo que a las pocas horas se quedaba en rigor mortis y que, un poco más tarde, empezaba a oler. Dados los escasos avances en materia crematoria, se antojaba necesaria la pala, el hoyo y la lápida.
¿El lugar elegido? Premio, Montjuïc.
La zona actualmente conocida como Jardines de Joan Brossa (hace un par de décadas conocida como Parque de Atracciones de Montjuïc) fue la designada para albergar los cuerpos inertes de quienes esperaban todavía la llegada del mesías.
Digamos que todo iba bien para los judíos hasta que llegó el mencionada 1391. El 5 de agosto de este año fue asaltada la comunidad en la que vivían, 300 personas fueron asesinadas, se expropiaron las cinco sinagogas que ahí estaban edificadas y progresivamente fueron expulsados los habitantes de la judería.
¿Las causas? Los judíos habían sido acusados de haber traído a España la devastadora peste de 1348.
Esto no es una hipérbole: en la línea de apropiación de todo-lo-que-tuviera-que-ver-con-Yahve, la Corona arrebató a la comunidad judía hasta las lápidas de su cementerio. Con un fin, claro: el de usarlas en construcciones de la época.
Convirtiéndose el Camposanto en un cementerio olvidado, si es que esto no es un pleonasmo.
Los judíos del siglo IX sentaron jurisprudencia en lo que a necrópolis de Barcelona se refiere y alrededor de mil años más tarde, la sierra que habían empleado para enterrar cadáveres volvió a tener el mismo uso. En otra zona, eso sí. Pero el mismo uso y en la misma sierra, al fin y al cabo.
Las tumbas se han ido descubriendo a medida que han prosperado las intervenciones arqueológicas y los avances urbanísticos y el cementerio se ha mantenido en el olvido y la indiferencia hasta 2009. Cuando el lugar en el que estaba fue declarado Bien de Interés Cultural como parte de la iniciativa del Centre d’Estudis Zakhor, que trabajan en un proyecto de recuperación de la antigua necrópolis.